El Senador nacional se posiciona como una voz moderada dentro de la UCR, buscando construir una alternativa socialdemócrata en un contexto de polarización política. Con contactos frecuentes en el arco no libertario, su enfoque de colaboración lo aleja de la oposición radical y del apoyo incondicional a las políticas de Milei. A medida que se acerca 2025, su estrategia será clave para redefinir el rol del radicalismo y enfrentar los desafíos del actual gobierno.
La trayectoria política de Maximiliano Abad tomó un rumbo decisivo en un momento en que el kirchnerismo afianzaba su control sobre la Casa Rosada. Con una sólida experiencia en la corriente alfonsinista de la agrupación Franja Morada, Abad fue elegido presidente de la Federación Universitaria Argentina (FUA) en 2004. Pocos meses después, se sumó a la contracumbre de las Américas en Mar del Plata, donde Hugo Chávez se destacó como el orador principal. Para asistir a la marcha, Abad mandó a imprimir camisetas con un mensaje directo en contra de los Estados Unidos: “Fuck you, Bush”.
En ese período, Ernesto Sanz ya había comenzado su carrera en el Senado de la Nación, posicionándose como un opositor a los Kirchner. El centenario partido enfrentaba una severa crisis de identidad, sumida en una nueva etapa de luchas internas. Ante la decisión de Julio Cobos y otros gobernadores, intendentes y legisladores de la UCR de aceptar la invitación de Néstor Kirchner para forjar un acuerdo transversal con miras a una gran coalición en 2007, Sanz buscó apoyo en un grupo de jóvenes dirigentes con fuerte presencia territorial, con el fin de organizar la resistencia radical. Así, estrechó vínculos con líderes estudiantiles como Abad, quien se esforzaba por detener la deserción de jóvenes radicales hacia el kirchnerismo. Ambos se encontraron en medio de las disputas internas del partido, y, con el tiempo, Abad se convertiría en el protegido político de Sanz.
A lo largo de su carrera, Abad ha navegado por las diversas etapas de la vida radical. Ha sido militante estudiantil, operador político, legislador bonaerense, líder del partido en la clave provincia de Buenos Aires y senador nacional. Sin embargo, el discípulo de Sanz prefiere mantenerse en un segundo plano y disimular su ambición de liderar el radicalismo a nivel nacional en el futuro. En su rol de opositor interno a Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti en la lucha por el control de la UCR bonaerense, un conflicto que ha llegado a los tribunales y aún no tiene resolución, Abad avanza con cautela en un contexto lleno de incertidumbres respecto al futuro del gobierno de Javier Milei.
Ante la división que genera en el partido la postura frente a los libertarios, Abad opta por alinearse con figuras como Alfredo Cornejo y Rodrigo de Loredo. Con Sanz y Jesús Rodríguez como sus mentores, se adhiere a un enfoque de oposición colaborativa con la Casa Rosada, buscando establecer una alternativa que se distancie de los extremos representados tanto por Milei como por el kirchnerismo. Su objetivo es que la UCR forme parte de “un espacio republicano, institucional y moderno”: “La opción no puede ser un populismo de izquierda de Estadocentrismo ni un populismo de derecha de mercadocentrismo”, afirman quienes están cerca de Abad.
Como un habitual consumidor de encuestas, el senador prefiere retirarse en un contexto incierto para la oposición a Milei. En su círculo cercano, se percibe que sus compañeros, como Lousteau, que intentaron enfrentarse directamente al Presidente, han sufrido un deterioro en su imagen. En medio de las intrigas que surgen de la fragmentación opositora y la incertidumbre que rodea el rumbo de la política económica del gobierno libertario, Abad opta por ser cauteloso al considerar posibles alianzas para 2025: “La cancha todavía no está clara; no hay que asomar la cabeza”, comentan quienes lo acompañan.
Sin embargo, Abad se mantiene en contacto constante con todos los actores del espectro no libertario. Sus asesores anticipan que sectores del PRO, del peronismo no kirchnerista o del progresismo, que se sienten incómodos con el enfoque dogmático y autoritario de Milei, buscarán refugio en una opción socialdemócrata que ofrezca “una visión de Estado moderno” y respete la institucionalidad. Abad forma parte del grupo de líderes opositores que sueña con reactivar el esquema de Juntos por el Cambio (JxC), pero en una versión actualizada. No consideran que haya un colapso definitivo del centro político.
Con este contexto, Abad se distancia tanto de la oposición radical de Lousteau como de los “radicales con peluca”, el grupo de diputados que apoya sin dudar el rumbo económico marcado por el líder de los libertarios y que ha contribuido a proteger los vetos presidenciales. En las votaciones críticas en el Senado, Abad ha oscilado entre alinearse con los intereses de la Casa Rosada y rechazar las iniciativas del Poder Ejecutivo. Por ejemplo, se abstuvo en la sesión que debatió el DNU 70/23, que busca desregular la economía y simplificar la burocracia estatal, un pilar de la gestión de Milei. A pesar de ello, apoyó en líneas generales la Ley de Bases y el paquete fiscal, pero se opuso al decreto que destinaba alrededor de $100.000 millones a la SIDE en fondos reservados. Además, respaldó tanto la reforma jubilatoria como la ley de financiamiento universitario, dos normativas que posteriormente fueron vetadas por Milei.
En medio de un panorama político incierto y fragmentado, la figura de Maximiliano Abad se perfila como un referente moderado dentro de la UCR, buscando construir puentes entre diferentes sectores de la oposición. Su enfoque de colaboración y su deseo de formar una alternativa socialdemócrata reflejan una voluntad de resistencia ante las políticas extremas de Milei y el kirchnerismo. Sin embargo, su habilidad para navegar en este escenario complejo, manteniendo contactos con otros actores políticos y adoptando una postura cautelosa en momentos clave, será crucial para el futuro del radicalismo. A medida que se acerca el ciclo electoral de 2025, la estrategia de Abad se convierte en un factor determinante para reconfigurar el centro político en Argentina y responder a los desafíos que plantea la actual gestión.