El acto será el 29 de marzo, en Montevideo. Asistirán el embajador Dovena, la periodista Natasha Niebieskikwiat, autora del libro “Lagrimas de Hielo”, y el ex combatiente Silvio Katz. El jefe de asesores de la Embajada, Victorio Pirillo, encontró la condecoración de Mihalfi en una casa de empeños. Reparación del olvido social y del Estado.
El 29 de marzo, en la Embajada Argentina en el Uruguay, en Montevideo, se realizará un acto en el cual se agasajará al soldado ex combatiente de Malvinas Carlos Mihalfi (Regimiento de Infantería Mecanizada Nº 3 de la Tablada), y se le hará entrega de su condecoración y otras pertenencias recuperadas por la sede diplomática. La condecoración estaba hace años en una casa de empeños.
En el evento estarán presentes el embajador Dante Dovena, la periodista Natasha Niebieskikwiat, autora del libro “Lagrimas de Hielo” que se presentará el 4 de abril en la Argentina, y el ex combatiente Silvio Katz.
El jefe de asesores de la Embajada, Victorio Pirillo, halló la condecoración accidentalmente en una galería, en medio de centenares de medallas y condecoraciones de todos los países que ocupaban la vidriera. Constató que dicha medalla era auténtica, que estaba empeñada y que su dueño no se encontraba en el país.
El comerciante dijo también que Mihalfi le había mencionado la falta de reconocimiento del Estado argentino y de la sociedad. Pirillo inició la búsqueda del ex combatiente o de su familia a mediados de diciembre de 2011; hace unos días, lo contactó telefónicamente.
El asesor relató que el ex combatiente le dijo: “Te digo a vos, y decile al embajador Dante Dovena, que ustedes y sólo algunos pocos hicieron por mí, lo que el Estado y la sociedad argentina no hicieron”.
En otro orden, Silvio Katz, compañero de Mihalfi, detalló algunas de las vejaciones a las que fueron sometidos durante la guerra. “Mihalfi estuvo con una granada en la boca durante varias horas”, recordó, y añadió que “antes de estaquearnos ordenaron a unos soldados que nos pegaran; y ya estaqueados el superior obligó a otros soldados a mearnos”.
“Habitualmente nos obligaban a ir a un pozo, que nosotros lo llamábamos el ‘pozo de los lamentos’. Estaba lleno de agua congelada, ahí nos ordenaba meter las manos y los pies por más de media hora. A mí siempre me hacia salir último. Yo era perseguido con más saña por mi condición de judío”, afirmó.
Fuente: Embajada Argentina en Uruguay