
Los recuerdos que representan la codificación de la memoria, los buenos, los que hacen bien y provocan felicidad, aparecieron todos juntos el sábado, un rato antes de la ansiada final.
por Marcial Ferrelli – Hincha de Racing Club
Caja de memorias especiales
Los recuerdos que representan la codificación de la memoria, los buenos, los que hacen bien y provocan felicidad, aparecieron todos juntos el sábado, un rato antes de la ansiada final. Aquel 18 de junio de 1988, con 15 años, me sentaba frente al televisor robusto de 20 pulgadas, con 5 canales solamente, para ver mi primera final internacional como hincha de Racing, se jugaba en Belho Horizonte, frente al Cruzeiro de Ademir, Robson, Careca, entre otros y ante ciento veinte mil almas que colmaron el Mineirao. Por primera vez se hacía en la tv argentina una transmisión en dúplex con la radio y nada menos que con los relatos de Victor Hugo Morales, en tiempos de potencia radial en cobertura de eventos deportivos.
Justo dos años antes, la selección de Diego capitán y Bilardo estratega, se consagraba Campeón Mundial en México, imponiendo las pinceladas de Maradona y la garra de un equipo convencido.
El sábado 23 de noviembre de 2024, me senté en la sillita celeste, herencia de un juego infantil de mi hija, la que uso de cábala para los partidos de la academia. El tv marca el progreso tecnológico de la época, es inteligente y ofrece innumerables opciones de contenidos. En esta oportunidad el orden del número de los años se ha invertido, 52 marcan los respectivos documentos de mi identidad albiceleste, racinguista.
Entre ambas finales pasaron 36 años, casi un siglo en términos de pasión futbolera, y en Racing, una montaña rusa de momentos, más críticos que felices, pero que siempre fueron cubiertos por el aliento incondicional de su gente, lo mejor que tiene, por los años de los años.
El factor común en sendos planteles finalistas, fue la confianza. Los recorridos previos con sacrificio, buen juego, hermosos goles, etc. Equipos con mentalidad triunfadora, hambre de conquista y la gran motivación de técnicos hinchas, predicadores como nadie de un sentimiento inexplicable e inclaudicable. Algo que promediando el 2024, creí que podía llegar a ser contraproducente para la relación Costas – Plantel, ese desborde pasional al costado del campo, hiperactividad entusiasta, entre gestos y corridas sin destino. Pero Gustavo “Coco” Costas pudo, lo logró. Y repite como el gran Alfio “Coco” Basile, celebrar como jugador y técnico en el ámbito continental. Racing por y para Racing, lo que nos vuelve siempre grandes, lo que hoy se festeja al celeste y blanco vivo, nunca colorado.
Equipazo
El triunfo alcanzado el sábado en la nueva olla de Asunción, se cocinó a principio de año con la lupa virtuosa de Costas y equipo técnico, sus hijos, los mellizos Federico y Gonzalo, el racional Francisco “Pepi” Bersce, ayudante de campo y encargado de quitarle ansiedad y fanatismo al trabajo diario y durante los partidos. Pusieron ojo y bala en cada incorporación para transformar en refuerzos para potenciar al plantel. El objetivo era ese que tenía Gustavo, tallado en piedra a partir de enero, incluso con el rival elegido y en la sede anhelada. Ganar la Copa Sudamericana 2024.
“Maravilla Martínez”, Maxi Salas, Santiago Sosa, Marco Di Césare, García Basso, Bruno Zuculini, Santiago Solari y Facundo Cambeses, fueron los elegidos en el “Costas Scouting 2024”. Vaya si logró armar una buena estructura, equipo sólido, el más goleador del certamen y el máximo anotador de la Copa con 10 tantos.
Supo convencer desde un lugar más paternal que de entrenador a figuras como Juanfer Quintero y Roger Martínez de quedarse a conquistar américa con Racing. Se encargó de devolverle la seguridad y la confianza a Gabriel Arias, re bautizar a Sigali y Zuculini de líderes externos y de vestuario. Pulir hasta el brillo a los laterales Martirena de gran parte final de la Copa y al regular Rojas, zurdo cumplidor y servicial.
La cátedra Costas – Bersce se centró en jugar igual en cualquier cancha, ir al frente, buscar, entender los momentos. A veces eso se vuelve una contradicción en si misma, porque despierta la desesperación de la desventaja, el dejar espacios o jugar excesivamente adelantado, pero siempre la actitud ponderó a este equipazo que marcó números importantes para la historia. Ganó 10, empató 1 y perdió solamente 2 juegos de visitante en Brasil (Bragantino por grupos y Paranaense en la ida por cuartos de final), convirtió 33 goles y le ganó a 3 equipos brasileros, campeones de Libertadores como Corinthians y Cruzeiro y de la Sudamericana, Atlético Paranaense.
Arcón de goles y paralelismos
Siguiendo con la lista de memorias positivas, cada gol se mete en la retina y comienza un proceso de asimilación y se topa con tantos guardados en el disco duro. El fortuito zapallazo del uruguayo…uruguayo Martirena se codea con el changazo centenario, salvando todo tipo de instancias y distancias, pero finales al fin. El broche de cierre de Roger y su disparo seco conversa con el agónico desahogo del “fino” Miguel Angel Colombati y la apertura de su guante pedal derecho, no se parecen en concepción de jugada pero si en tiempo de juego, circunstancia y rival. Y fuera de comparar finales, el segundo de Quinterito a Corinthians es el espejo de aquella guapeada de Catalán en Brasil para encaminar las Copas. Y todos se vuelven hermanos de aquel grito desaforado después de que el misil Bedoya, reventara la red del arco que da a la Avenida Mitre.
En el podio, tal vez el más lindo por jugada en el torneo, sea el empate en San Pablo, el de Martirena, caño, gambeta, pared y derechazo cruzado al lado del palo derecho del arquero, golón de aquellos. Imposible no valorar con la medalla de plata, el furibundo y madrugador bombazo de Almendra para igualar la serie con Paranaense por cuartos. El último lugar se lo lleva Roger Baker Martínez, y toda la secuencia cinematográfica de la corrida final, el comienzo parecido a una entrada en calor de un equipo amateur, el control para direccionar al área un tanto rara y la definición categórica para cruzar el balón y ratificar la gloria.
Hay un bonus podio, no se trata de un gol convertido si no de uno evitado, San Gabriel (Arias) tapó un mano a mano a Garro, en el momento de más zozobra del equipo en la vuelta de la semi contra Corinthians en Avellaneda. Era el 0 – 2 y prácticamente la eliminación del torneo. Valió un gran porcentaje de la coronación, que se sumó a otras enormes atajadas en las series definitivas previas.
Gracias
Más allá de ese juego holístico que nos pasa entre imágenes, sensaciones y la necesidad de entender por qué suceden las cosas que nos hacen sentir mejor, de eso se trata esta conquista futbolera, justamente también dos años después de esa larga agonía de esperanza mundialista de la selección.
Esta vez como en el 88 me tocó verla por tele, gracias a la virtualidad, mi alma y corazón deambularon varios días por Asunción con la banda de amigos que fueron llegando por diferentes medios y se volvieron esa legión racinguista que me llevaba con ellos. Todos los que fueron llevaron a alguien más. Porque esta vez se sintió la «Nueva Era Racinguista», dejar atrás el lastre de las malas, desterrar las adversidades y enfocarse en ganar, porque la gente también conquistó la Copa.
Me volví a pasar las diapositivas del gol de Fabbri en el Monumental cuando se moría la serie y la fiesta en el Cilindro en la idea con Cruzeiro, la primera final mía de Racing, ahí en nuestro espacio de cemento y emoción. Y claro que también por esa tarde única en Liniers, y el grito atragantado por décadas que pudimos soltar en ese caliente diciembre argentino.
Me conecté en el éter con el gran Gucho, que estuvo en cada detalle durante la vigilia argento-paraguaya de la cita definitiva. Con Celia, con la vieja, que debe haber disfrutado la gesta y los festejos celestiales y blancos.
Me busqué en los quince y aquel joven que dejaba la vida por la academia, que se escapaba para ir a donde sea, que combinaba bondis, subtes, trenes, para llegar al lugar en el que iba a salir a la cancha Racing Club de Avellaneda.
Somos una marea celeste y blanca que copa, alienta, celebra. Putea, llora, se resiste y vuelve. Creyentes de nosotros mismos, de todo el que venga a sumar y muestre ese sentido de pertenencia vivo, como todos los ex jugadores que fueron por su cuenta a sentir el partido y con la llama prendida a la ilusión de todos los hinchas.
Muchas gracias Gustavo, cuerpo técnico y jugadores, nos devolvieron y renovaron la fe de creérnosla para lo que viene. Eterna gratitud con los que fueron, los que no pudimos acompañar ahí y a todos los externos que tiraron buenas vibras y energía positiva para lograr el título. Hoy es Racing Club de Argentina y Sudamérica.
¡Salud Campeones¡
