
Contamos los días, nos secamos la transpiración de la frente por este calor (ansiedad) qatarí en Buenos Aires. Entre manija, insomnio y medianoche, todo lo que atraviesa nuestra mente es la Final del Domingo. Crónicas de un hincha más en la dulce espera del desenlace mundialista. Historias comunes de un sueño colectivo.
De sueños y conurbanos
Quien pueda ver y sentir alegría genuina, pues que la disfrute.
Otro día me cuestionaré, si invertiré lamentos por todos los que la subestimen.
Hoy me alcanza para preguntar qué ítem sería más grato que ver gente feliz (?).
Quien pueda disfrutar a Messi, experimentará regocijos por el privilegio de ser
contemporáneo. Quien no ha podido aún, quizás un día escriba sobre un tiempo
perdido.
Un tipo sentado en un banco de una plaza de Haedo, se rasca la cabeza. Mirando de
reojo al cielo, sonríe. Imaginamos el lejano Qatar con calores agobiantes, camellos y turbantes. Pero en Qatar hace veintipico de grados y en Buenos Aires estamos largamente por sobre los treinta. Diciembre. Mundial.
Las rarezas se multiplican, pero a la vez, algunos veterannos que ya peinan canas parecen olfatear fragancias que conocen. Las intuiciones y las incertidumbres se debaten a duelo.
Argentina jugará otra final de un Mundial de fútbol. Como la más reciente, como las anteriores. Las hayas vivido o te las hayan contado, sabes con grandes inexactitudes que el corazón en algún momento late fuerte. Fuerte.
No sé si buscar grandes explicaciones. No temas, no sólo te pasa a vos. Mirá por la ventana. Hay otros. Y no todo lo contagioso es un virus mortal. Reír también es contagioso. Confrontaremos a penales con quien ose desmentir que la sonrisa es una buena noticia.
¡Qué elementos molestos son las bocinas en manos de gente ansiosa!
En días donde hasta son bienvenidos los giles a los que les gusta tocar bocina por
cualquier cosa, lo cotidiano parece tener un transcurrir diferente. ¿Se habrán
camuflado un puñado de razones vinculadas a un Mundial de fútbol? Sigo desistiendo de indagar respuestas profundas. Quizá ni siquiera sepamos por qué. Pero sucede. Como los sueños.
Un adolescente introvertido, antes de subir a un bondi en Castelar, le pone los ojos
a un verso grafiteado en la pared de un baldío: “mereces lo que sueñas”. Una vez le dijo en broma a la madre que esa frase era de cuando Cerati trabajaba en la fabrica de sobrecitos de azúcar. La madre se le enojó bastante, nunca más repitió el chiste. Pero además de recordar el incidente con mamá, el grafiti lo conectó con el partido del domingo. Con su certeza inocente de que Lionel sueña lo mismo que él. Eso que se le cruza en la cabeza, en cada despertar desde hace un tiempo, y se multiplicó esta semana con la confirmación de Argentina en la final. Dejó pasar el bondi, y caminó dos cuadras hasta la feria, antes de volver a la parada. Los sueños son de quienes los ríen, pibe, le dijo el tipo que le vendió la camiseta de Messi en un puesto ambulante. El pibe la acomodó en el respaldo de la silla en su habitación. No está mal tenerla a mano. Si llega la inspiración lo mejor es estar preparado.
De convicciones, goles y geografías
Ronie, un negro haitiano, de espalda tamaño XL, respetuoso de sus códigos, que habla poco y ejecuta por todo lo que no habla. Es el jefe de un grupo non-santo, en un suburbio de Bangladesh, cerca del delta del Ganges. Un día de calor pegajoso, se
encontró a su segundo al mando, bardeando en la calle con pistola en mano, un par de tiros al aire, cara de enajenado y mucho gritar: Ronie conviviendo con el temor de que el tipo le clave un corchazo en el ojo, se secó el sudor con la manga de la camiseta argentina que llevaba puesta, se acercó lentamente, con convicción, y en voz baja le dijo al oído: “intentas liderar, pero no es así como se hace”.
Convicción:
Seguridad que alguien posee en cuanto a la verdad o certeza de lo que piensa o
siente.
Julián corrió 55 metros con el balón en el pie, con la convicción de que pisaría el
área, y disputó cada micro rebote con la convicción de que continuaría hasta
adentro del arco. Scaloni no hizo ingresar a Di María (!), por decidir con convicción, que otra disposición táctica iría mejor con ese rival. Messi no sería el enorme Messi que es, desde hace dieciséis años, si no lo haría con convicción.
“Es así como se hace”, diría Ronie, que continúa ejerciendo su jefatura de la banda.
Gol de Julián.
Planteo redondo.
Messi siendo Messi.
Se puede ganar. Se puede perder en el resultado.
Si la Selección Argentina no pierde esa convicción, las crónicas se escribirán solas.
Por Fab Spina, DJ, amante del fútbol y de Lionel