
Ubicado junto al barrio popular Las Tunas, en un contexto de alta vulnerabilidad social, el Colegio María de Guadalupe ganó uno de los cinco World’s Best School Prizes. La clave: un trabajo articulado con familias, empresas y ONG para brindarle herramientas a cada egresado
En General Pacheco, donde el arroyo Las Tunas se cruza con la avenida Constituyentes se abre la calle General Mosconi, de unos pocos metros. A las 8 de la mañana, la zona se llena de voces infantiles: en bici o caminando llegan los 700 alumnos que cursan en la escuela ubicada junto al arroyo. En ese rincón del conurbano bonaerense está puesta hoy la atención global. Hace 12 años era un basural frente al barrio popular Las Tunas. Ahora funciona ahí el Colegio María de Guadalupe, la mejor escuela del mundo.
La noticia acaba de conocerse: el Colegio María de Guadalupe, ubicado en la periferia de Tigre, es el primero de Argentina en ganar el World’s Best School Prize (WBSP), el premio a la mejor escuela del mundo. La iniciativa, organizada por T4 Education, entrega cada año reconocimientos a instituciones educativas en cinco categorías diferentes: el María de Guadalupe ganó por su “colaboración con la comunidad”.
“Sentimos un orgullo inmenso por el reconocimiento. Es una alegría ver que ese orgullo es compartido por toda la comunidad –alumnos, docentes, familias–. Por otro lado, es una responsabilidad estar a la altura de semejante premio”, describió María Luz Diez, directora de Desarrollo Institucional del colegio, en medio de los preparativos para la celebración de este jueves. Como en otras ocasiones, las familias están convocadas a festejar: la institución es “una escuela de puertas abiertas”.
El Colegio María de Guadalupe es una escuela pública de gestión privada con una cuota social mínima. Fue fundada por iniciativa de María Paz Mendizábal y Roberto Souviron con la misión de “ofrecer educación de calidad con un modelo inclusivo e innovador a niños, niñas y jóvenes que viven en contextos de vulnerabilidad, a un costo similar al de la educación de gestión estatal”.
Las familias pagan una “cuota social” que representa alrededor del 12% del costo por alumno, pero también hay becas para quienes no pueden pagarla. La escuela tiene un 65% de subvención estatal de la provincia de Buenos Aires en primaria y secundaria. El resto se financia con aportes y donaciones de la sociedad civil. Desde marzo de este año, además, la escuela tiene una institución “hermana”: el Colegio Rosario Vera Peñaloza, ubicado en Garín, que ya suma 225 alumnos en sala de 4, 5 y primer grado.
El World’s Best School Prize implica un premio de 10.000 dólares. Más allá de esa ayuda, la escuela necesita seguir sumando respaldo económico para poder garantizar la sostenibilidad y ampliar las vacantes. “El compromiso de la sociedad civil es fundamental para sostener el modelo”, afirmó Diez, y mencionó como ejemplo el programa de padrinazgo.
El 50% de los alumnos vive en condiciones de hacinamiento; el 70% de sus padres y madres no terminó la secundaria. Pese a esas circunstancias, los estudiantes obtuvieron resultados por encima del promedio en las pruebas Aprender –que se toman hoy en secundaria– y tienen altos índices de egreso. Según explicó María Luz Diez, el premio reconoce “el trabajo comunitario articulado con múltiples actores: las familias como aliadas fundamentales, pero también organizaciones de la sociedad civil y empresas”.
También destacó como rasgos centrales del proyecto escolar el acompañamiento personalizado a cada estudiante, el régimen de jornada completa desde primer grado y la “formación docente situada y constante”, que incluye observaciones entre colegas y por parte de los directivos, con retroalimentación formativa para enriquecer las prácticas de enseñanza. Los estudiantes terminan la secundaria con un título de bachiller especializado en Administración, Medio Ambiente, Programación o Producción Audiovisual.
La educación emocional, el arte, el deporte y la tecnología también son pilares importantes de la propuesta pedagógica, además del proyecto transversal de huerta, que algunas familias replican en sus casas a partir de lo que aprenden sus hijos. Desde primer grado, los alumnos tienen cuatro maestras especialistas –la de Prácticas del Lenguaje, Matemática, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales– que trabajan de manera articulada y los acompañan durante todo el primer ciclo.