Luis confesó que se drogaba y mantenía frecuentemente sexo con prostitutas sin protección. El hijo del popular cantante hizo una especie de catarsis y dio a luz una faceta desconocida de la familia.
“El LSD era mi Dios”, así se refirió el cineasta Luis Ortega, el hijo del cantante y productor “Palito”, a su adicción a las drogas. En una entrevista exclusiva para la revista “Rolling Stone”, Luis mostró un matiz en la imagen de lo que parecía una “familia perfecta”. El hijo del ex gobernador de Tucumán y de Evangelina Salazar, confesó que consumía todo tipo de drogas y que tenía sexo con prostitutas todos los días y sin cuidarse durante su adolescencia.
El primo de la actriz y modelo Luciana Salazar declaró que desde que volvió a Buenos Aires (luego de vivir en la provincia que gobernaba su padre) comenzó a drogarse. “A los 15 llegué a Buenos Aires y descubrí las drogas, la gran ciudad y el cine. En esa época tomaba de todo, anfetaminas, cocaína, free base con bicarbonato. Para mi el LSD era la presencia de Dios en la Tierra. Fue la droga que más me impactó”, manifestó Ortega, quien admitió que consumía estas sustancias en cualquier lugar y momento del día. “Lo he tomado en mi casa, para ir a comer con mis viejos y para charlar con el psicólogo e ir a la escuela”, reveló el director de la película “Caja negra”.
Además, Luis confesó su debilidad por las prostitutas, con quienes no usaba protección: “Me relacioné con prostitutas antes que con mujeres comunes. Yo las amaba. En Tucumán cog... por siete o diez pesos, así que cog... todos los días”. Más tarde, al darse cuenta que no se cuidaba y que podía haber contraído HIV u otra enfermedad sexual, se realizó varios análisis. “Me agarró un ataque de pánico. Había estado con docenas de prostitutas. Nunca reparé en la roña, para mi esos encuentros eran amor”, describió el hermano del productor Sebastián y la actriz Julieta Ortega.
Los análisis siempre le dieron negativo, y al poco tiempo comenzó un tratamiento para combatir su droga dependencia. Según lo que relata Luis, ya no es adicto a los estupefacientes: “La primera piña fuerte me la di cuando los ácidos empezaron a pegarme mal. Fue el terror. Un shock de miedo, nunca más tomé. Cuando dejé la heroína vomité mucho, no una sola vez, todos los días, pero no la extrañé. Para mí no fue nada reveladora y no se compara con el LSD”.
Por Gonzalo Cores.