Hace 32 años, un mes y diez días -precisamente un 16 de febrero de 1976- banqueros, industriales, la Sociedad Rural y el resto de las organizaciones que nucleaban a los sectores del campo, iniciaban un Paro de claro contenido golpista (conocido como el lock-out Patronal de la Apege), anticipándose al levantamiento militar del 24 de marzo, todo con la venia de los EEUU. Esa alianza oligarca, militar y pro-imperialista derrocaba a un Gobierno constitucional que ya había adelantado la fecha de los comicios para elegir Presidente en Octubre de ese mismo año. Todo con la complacencia de la prensa nacional. Desde los titulares de Clarín, La Nación, La Prensa y La Razón se exaltaba el derrocamiento del orden constitucional, acompañando el genocidio y el plan neoliberal de Martinez de Hoz.
Desde entonces, y mientras la dictadura genocida asesinaba y desaparecía a miles de hombres y mujeres -en su mayoría trabajadores que resistían como ordenaba la Constitución Nacional y perdían por ello su vida, su libertad y sus derechos- las organizaciones del campo (las que hoy llevan adelante este “paro histórico” como dicen los mismos medios que apañaron la dictadura), acompañaban alegremente junto con la prensa vernácula que hacía negocios como el de papel prensa. Entonces no hubo ni paros, ni protestas del “campo” a pesar de lo que sufría la Patria y el conjunto del Pueblo
Tampoco hubo paros y protestas de la Sociedad Rural y el resto de los organizaciones rurales cuando Menem y Cavallo saquearon la Argentina, liquidando las empresas del Estado, millones de puestos de trabajo, expulsando a la marginalidad a millones de compatriotas, devastando las riquezas del país y pauperizando a todo un Pueblo. Ni siquiera cuando la convertibilidad fundió sus campos y quedaron todos embargados hubo un “paro histórico”. Pero protestaban, reclamando mano dura junto a esos mismos medios de prensa, cuando los trabajadores resistían o los excluidos, negros villeros al fin (como se escuchó ayer de los “piquetes paquetes”) cortaban rutas, pidiendo para comer o pidiendo trabajo.
Y ahora, con un Gobierno que recupera el sentido de la dignidad y de la Justicia Social para todos los argentinos; un Gobierno con claro sentido nacional y popular que abandona las relaciones carnales en materia internacional para propender la unidad con nuestros hermanos y vecinos a través del MERCOSUR ampliado; un Gobierno que ha impulsado un modelo productivo que combina un mercado interno fortalecido con el aprovechamiento de las exportaciones, recuperando el diálogo social a través de las convenciones colectivas de trabajo, generando trascendentes cambios en muy poco tiempo.
Estamos hablando de un Gobierno que no se olvidó de los productores agropecuarios, sino que produjo el salvataje para que esos productores, fundidos por el neoliberalismo, no perdieran sus campos. Los transformó en rentables modificando el tipo de cambio (que padecieron los asalariados hasta que se recuperó la economía), lo que -sumado a los precios internacionales- ha permitido ganancias siderales para todos esos productores como en décadas no habían tenido.
Sin embargo, cuando el Gobierno, con sentido ordenador y equilibrador, usa el mecanismo de las retenciones a las exportaciones para regular progresivamente un sistema impositivo aún regresivo, garantizando el abastecimiento del mercado interno, abandonado por la voracidad egoísta de la oligarquía, para usar esos excedentes con criterio de equidad en la distribución social y el desarrollo armónico de áreas postergadas, la ente oligárquico financiera y proimperialista huérfana de una conducción política que garantice acumulación de poder, se lanza a esta protesta salvaje con el acompañamiento de los mismos medios de prensa que acompañaron aquel paro golpista de febrero de 1976. Hablamos de una cobertura sesgada por la parcialidad y con clara intención desestabilizadora.
Y en esa acción desestabilizadora hay muchas cosas que no se dicen:
-si las retenciones son a las exportaciones, por qué las protestas no van dirigidas contra los monopolios exportadores que son los que ahogan a los pequeños productores.
-el aire quijotesco que se le da a “las protestas” no dice que un poco más de 900 oligarcas detentan 35 millones de hectáreas, mientras que 137.000 productores cultivan sólo 2.000.000 de hectáreas.
-los que rechazan las retenciones, pretenden que en salvaguarda de sus fortunas y sus intereses egoístas, la carne y los alimentos asciendan de precio a los valores internacionales para que al Pueblo se le hagan inaccesibles y sólo las puedan consumir las minorías selectas
-si la protesta es sana, por qué se ha visto tanto odio de clase expresado contra camioneros y otros trabajadores. Por qué tanta violencia traducida en piedrazas, ostentación de armas blancas (con empuñadura de plata eso sí), carabinas amenazantes a manos de esa fuerza de choque de la oligarquía golpista y desestabilizadora.
-no es un paro agrario, porque como han reconocido los propios “huelguistas” más allá de las tranqueras se siguen cumpliendo todas las tareas del campo: se está levantando la cosecha, se alimenta al ganado, es decir, el patrimonio propio no se arriesga. La protesta no afecta lo propio sino que trata de joder al resto del Pueblo Argentino. Un ejemplo de ello es el desprecio hacia quienes han sufrido y todavía sufren hambre, desparramando carne vacuna para formar las barricadas, pretendiendo detener a un país que está reconstruyendo su futuro.
Por ello, no nos engañemos. El “campo” no está parado. Están trabajando como nunca, gracias a las políticas que se aplican en la Argentina desde hace 4 años y medio.
Los que bloquean las rutas y los que los acompañan desde los medios de comunicación, defienden los intereses oligárquico-imperialistas, los mismos intereses que saquearon la argentina y mataron -por la violencia de las armas o por la violencia del hambre- a miles de compatriotas en las últimas décadas.
Todo comenzó con una protesta como ésta en febrero de 1976. No nos dejemos confundir. Tengamos claro que las retenciones son a las exportaciones, y por eso no nos dejaremos de preguntar, si no hay otro fin oculto, por qué las protestas no van dirigidas contra los monopolios exportadores que son los que ahogan a los pequeños productores. Defendamos este proyecto de país que nos contiene a todos, y no sólo a los oligarcas que a lo largo de la historia han venido frustrando nuestro destino como Nación Soberana.