El furor por denominar a la Selección Argentina como «la Scaloneta» nació después de ganarle 3 a 0 a Ecuador por los cuartos de final de la Copa América 2021. La ilusión a raíz de la victoria fundamental en el camino a la consagración del equipo, encendió la creatividad de hinchas argentinos, que desbordaron las redes sociales con memes y chistes de toda variedad. En la actualidad, se adoptó como un sobrenombre aceptado en Argentina y afuera, para una de las selecciones que más ilusiona de cara a la final del Mundial de Qatar ante Francia.
El recorrido del bus de la ilusión, andá pa´allá, subite y elegí creer.
En julio del 2018, tras la catastrófica participación en la edición XXI del Mundial disputado en Rusia, todos los integrantes del cuerpo técnico se bajaron del bus de la Selección Argentina. El carro quedó tirado y olvidado en una playa de acarreo, a la deriva. Solo un sobreviviente de ese equipo de trabajo, levantó la mano y pidió hacerse cargo de ese cacharro averiado.
Con la destitución del cuerpo técnico, decidieron dejarlo a Scaloni como sustituto temporal, mientras buscaban un nombre de peso para hacerse cargo de la Selección. El joven oriundo de Pujato, Santa Fé, siguió formando parte de la estructura de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), como entrenador de la Sub-20 para disputar el torneo de L’Alcudia, España, que acabaría ganando. Pablo Aimar y Walter Samuel fueron sus asistentes.
La AFA siguió buscando un reemplazo a Sampaoli, mientras Scaloni ejerció como interino, pero al no encontrar a nadie, el presidente Claudio Tapia, acabó nombrándolo seleccionador permanente. Personalidades del deporte los tildaron de “locos” por darle las riendas de la Albiceleste a un técnico sin experiencia, al que le exigían el carnet de técnico. Durante su interinato, Argentina jugó cinco amistosos, de los cuales ganó tres (Guatemala, Irak y México), empató uno (Colombia) y perdió otro (Brasil).
Vamos a la ruta
A partir de ese momento: Scaloni, Samuel y Aimar se decidieron a recuperar el Autobus olvidado, un compromiso colectivo para restaurar y poner a funcionar ese armatoste pesado y ponerlo en marcha. Fue una tarea difícil, contra todos los desertores, los negacionistas de saco y corbata, los de micrófono y casi todos los de la tribuna. ¡La argentinidad de las postas, de saberla lunga papá!
El carromato era robusto pero había que meterle la mano, reparar el motor (confianza, mentalidad y funcionamiento), cambiar repuestos (elegir una base de jugadores en óptimo nivel) y componer chapa y pintura (credibilidad, estilo, imagen). Con el oberol azul y paciencia de mecánicos emprendieron el desafío.
Un tiempo después, el ómnibus quedó en condiciones de encender y darle arranque, por fin, comenzó el viaje. Atravesó la carretera sinuosa de la maldita pandemia para llegar al primer destino, la Copa América Brasil 2021. Del otro lado de la frontera, de visitante y con una parada brava. La máquina fue de estación a estación, al principio cascabeleando por camino de piedras, pero avanzó a marcha firme por las onduladas rutas brasileras para continuar con el itinerario. El último destino de la travesía era Río, en el mítico Maracaná. Todo funcionó de maravillas y había que nombrar al bólido que había rendido mejor de lo esperado. Se cortó la sequía de 28 años y el viaje fue una fiesta, en Brasil y en Argentina, la final era nuestra. A partir de esa gesta se bautizó «la Scaloneta».
Con más alivio y el convencimiento de siempre, se fue moldeando la idea en un equipo firme, seguro y que empezó a conseguir un nivel superlativo. Los partidos pasaban y se acumulaban las victorias. La Scaloneta volaba, aceitada y a máxima potencia pasaba por encima al rival que se cruzara por el camino. Logró superar las eliminatorias y clasificar con comodidad a la Copa de Qatar, registró una marca de 36 partidos sin conocer la derrota.
Un trabajo serio
La gestión de un cuerpo técnico que se bancó el ninguneo de su inexperiencia en el fútbol grande. La persistencia y la paciencia de un grupo que curtió selecciones juveniles y jugó mundiales, sus integrantes entendieron como ir esculpiendo un plantel, el grupo humano, este equipo sólido. Forjaron una selección fusionando la juventud con la experiencia, unión que logró hermanar la relación con la gente, todo sin dependencias individuales, responsabilidades en grupo.
Hay jugadores que tienen la etiqueta made in Scaloni, apuestas que en su momento eran motivo de desconfianza en el mundillo de este deporte, hermoso y pasional, pero devenido en una picadora de carne, muchas veces por la ansiedad de los resultados fáciles, rápidos e inocuos desde la propuesta y la calidad del juego. O también por los impacientes de siempre y el periodismo infame.
Pero contra todos los negativistas, así fue como aparecieron los Cuti Romero, Enzo Fernández, Lisandro y Dibu Martínez, Molina Lucero, Alexis Mac Allister, etc, etc. Todos aciertos de un entrenador sosegado, con un tono bajo y una convicción inquebrantable. Con el apoyo incondicional de un equipo serio, como dijo el flaco Menotti «que no vende humo». Nunca se comprometieron con ningún futbolista por los pergaminos o las medallas del pasado que ostentaran, si reconocieron trayectorias y rendimientos, pero siempre fueron claros en que jugaba quién mejor estuviera en su condición física y de juego.
Artífices de un plantel que logró quitarse toneladas de peso por la ráfaga de finales esquivas entre el 2014 y el 2016, con la consagración de la Copa América en el Maracaná, y acabar de una vez con el desdén de la gente, que provocó el ciclo timorato de Sampaoli y la excursión de egresados a Rusia 2018. Hoy se respira otro aire, se oxigenó el vestuario, hay una comunión férrea y consistente. Son compinches y conformaron una pandilla de fútbol con identidad albiceleste. Un equipo con pluralidad, amor y paz.
Actualmente liderado dentro del campo por el jugador del siglo XXI y del Mundial. Un mago transgresor que muestra sus trucos antes de hacerlos y que aún así deslumbra a los espectadores que suponen que nunca lograría semejante obra ilusionista. Lionel Andrés Messi o la antonomasia del fútbol hecho arte. Como ya lo confirmó por estas horas, en la final jugará los últimos minutos con su selección, expondrá su show definitivo y dejará el legado de la pesada camiseta argentina número 10, la de los dioses zurdos de la pelota.
Y la nave va…
Faltan pocos días para que la selección juegue el séptimo partido del Mundial, el más importante, la pulseada por la copa ante Francia, el último campeón. El deseo de los hinchas autóctonos y prestados, los amantes del buen juego, los admiradores de la liturgia de Leo y su ballet estable. Obviamente con la guía desde el palco celestial de la otra Deidad de la Selección del pueblo. ¡Pasen al fondo que hay lugar!
— Marcial Ferrelli (@malalpelel) December 16, 2022
El domingo será la Scaloneta transatlántica, ese bondi entusiasta al que ahora todos se quieren subir. El gran inspirador de estas almas prendidas fuego con la ilusión de levantar la tercera y ser campeones Mundiales. Última estación: Esperanza.
¡Chapeau! Lionel Scaloni, Pablo Aimar, Walter Samuel, Roberto Ayala, Martín Tocalli, Diego Martínez, Matías Manna y César Luis Menotti.
¡Vamos Argentina!