Por Sebastián Farina.
En el mundo de la inteligencia artificial, los datos personales son el equivalente al combustible que impulsa esta potente maquinaria. La captura y el manejo de datos son esenciales para el funcionamiento eficiente de las IA.
Sin embargo, no todo es tan simple como parece. Es crucial adoptar una figura indispensable en nuestra cultura empresarial: el oficial de protección de datos, conocido globalmente como DPO («data protection officer»). Esto implica tener una persona dedicada a asegurar, de manera independiente, que una organización aplica las leyes que protegen los datos personales de las personas.
En Europa, la ausencia de este tipo de control puede acarrear sanciones severas, incluidas multas y otras penalidades. Las leyes europeas sobre protección de datos, exigen que las empresas cuenten con mecanismos para garantizar la trazabilidad y la transparencia en el manejo de datos.
En Argentina, aunque no existe una obligación legal específica, algunas empresas ya han comenzado a establecer departamentos de gestión de datos, lo que subraya la relevancia del tema.
Cada vez que navegamos en internet, utilizamos GPS, compramos con tarjetas de crédito, o simplemente enviamos un correo electrónico, estamos generando datos. Estos datos son recogidos y utilizados por las empresas para obtener beneficios, lo que plantea una serie de cuestiones éticas sobre la mercantilización de la información personal.
Es vital que comprendamos la importancia de este asunto. No podemos normalizar el hecho de convertirnos en meras materias primas para la industria tecnológica. Los datos personales son una extensión de nuestra identidad y deberían ser tratados con el mismo respeto y protección.
El lado B del boom de las IA
Las técnicas de captación de consumidores se nutren de los datos que dejamos tras nosotros, ya sea consciente o inconscientemente.
Cada visita a un sitio web, cada uso del GPS, cada compra con tarjeta de crédito contribuye a un perfil detallado de nuestra personalidad, capaz de predecir nuestro comportamiento con una precisión inquietante. Es lo que comúnmente se llama Microtargeting y está íntimamente ligado a las IA, ya que estas últimas son utilizadas para procesar esos datos.
Aunque en Argentina no se requiere por ley contar con un oficial de protección de datos, la Ley de Habeas Data proporciona herramientas para investigar el destino de nuestros datos. No obstante, la implementación efectiva de estas herramientas depende de la voluntad y la conciencia de las empresas y los consumidores.
No debemos perder de vista que los datos personales pertenecen a los individuos y cualquier consentimiento dado para su uso debe ser revocable. En Europa, la legislación específica sobre protección de datos está bien desarrollada, y es un ejemplo que deberíamos seguir.
¿Las IA espían nuestros datos?
La inteligencia artificial no necesita espiarnos activamente. A través de nuestras interacciones cotidianas, proporcionamos voluntariamente los datos que necesita para aprender y mejorar. Cada vez que visitamos un sitio web y aceptamos los términos y condiciones sin leerlos, estamos entregando una cantidad significativa de información personal.
El problema radica en la falta de comprensión y el consentimiento informado. La mayoría de las personas no son conscientes de la magnitud de los datos que comparten ni de cómo se utilizan estos datos. Las empresas utilizan esta información no sólo para mejorar sus servicios sino también para venderla o compartirla con otras entidades.
Debemos recordar que nuestros datos son valiosos y que su gestión adecuada es crucial para proteger nuestra privacidad y derechos. Implementar medidas de transparencia y control, como la figura del DPO, es un paso necesario para garantizar que los beneficios de la inteligencia artificial no se obtengan a costa de nuestra privacidad.
Fuente: Perfil.