Armónicas, coincidentes. Almas gemelas, “en sintonía”. Cobos, para ser presidente, necesita llevar –colgado– un contundente postulante a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. De Narváez, para ser gobernador de la provincia, necesita llevar –colgado– un contundente postulante para la presidencia.
Armónicas, coincidentes. Almas gemelas, “en sintonía”. Cobos, para ser presidente, necesita llevar –colgado– un contundente postulante a la gobernación de la provincia de Buenos Aires. De Narváez, para ser gobernador de la provincia, necesita llevar –colgado– un contundente postulante para la presidencia.
Uno –De Narváez– está transitoriamente hecho para la medida del otro –Cobos–. Y viceversa.
El ostensible acercamiento entre Cobos, el vicepresidente opositor, y el consagrado diputado reelecto, Pancho de Narváez, el Caudillo Popular, recicla el panorama de las pretensiones. Las que se amontonan, aún sin asumirse, en el podio.
Para pelear en serio por la presidencia, Cobos necesita, en Buenos Aires, un ganador. Con capitales ambiciosamente espirituales. La señora Margarita Stolbizer dista de cumplir con los requisitos políticamente fundamentales.
Mientras tanto, Margarita, previsiblemente, consolida la ruptura, a esta altura casi irreparable, con la señora Carrió. La dama –Carrió– es ampliamente traicionable. Como Duhalde.
La construcción política de Carrió es llamativamente coherente: las adhesiones se constituyen, en general, como antecedentes de próximos alejamientos. Almas casi gemelas. A Duhalde le pasa algo parecido que a Carrió. Ambos –Carrió y Duhalde– ofrecen zonas generosamente disponibles para la traición.
Por lo tanto, en el aire del flexible Planeta Cobos flota otra insistencia flamante de concertación. El concierto con el kirchnerismo, escandalosamente, se acabó. Felizmente, queda la disidencia, con el aroma lejanamente peronista. La disidencia encabezada por De Narváez, calificado por su triunfo lapidario sobre Kirchner.
El romance del Cleto y el Francisco es –aún– oculto. No está blanqueado. Pero sí está ampliamente fotografiado. En los momentos difíciles, como durante el acoso de Faggionato Márquez, el Francisco suele refugiarse en el Cleto. Como en los momentos de goce terrenal, por ejemplo para compartir un churrasco en La Rural, junto a los próceres de la Comisión de Enlace.
El concierto del Cleto y del Francisco tendría que ser evaluado por Macri, el tercero en la discordia, con mayor inteligencia que preocupación. Al presionar a Macri, para que lance la candidatura presidencial, De Narváez legitima la base del próximo movimiento.
Para erigirse gobernador, De Narváez necesita, no olvidar, colgarse pronto del postulante a la presidencia. Después de asegurarse, de tan agrandado, al menos tres ministerios. Si Macri dilata la ceremonia del lanzamiento, no es por vacilante. Es por conservación territorial. Debe cuidar la Capital, el feudo conquistado. Ya que carece, infortunadamente, del continuador. El heredero confiable que le pueda garantizar el control del artificio porteño.
Por lo que pudo comprobarse en la última elección, la legislativa, es altamente improbable que la señora Michetti pueda mantener la potencia asegurada del presupuesto. Con la bandera amarilla de PRO. El resto de los eventuales postulantes a la sucesión podría garantizarle a Macri, con solvencia, la organización de alguna kermés. De ningún modo un proyecto de continuidad triunfal.
El planteo de De Narváez para que se lance pronto Macri a la presidencia es insistentemente perverso. De Narváez sabe que Macri debe invariablemente esperar el próximo turno. El año 2011 Macri tiene que dejarlo pasar. Debe quedarse en el amago. Conformarse con aspirar, a lo sumo, al mantenimiento. A la reelección como jefe del artificio municipal. Lo cual, para algarabía de Nicky Caputo, es una causa tranquilizante. Para tirar cohetes.
En caso de perder el control de la ciudad, se vienen, de manera aluvional, los cuestionamientos judiciales. Canalladas de la progresía.
Para Carrió queda, de manera estelar, la televisión. Para Duhalde, en cambio, se reserva el enigma impuesto, la meticulosa especulación. La sublime capacidad que lo induce a quedarse, científicamente, afuera.
Por Jorge Asis