FA-UNEN entra en juego. La carrera al 2015, los debates y la pelea por ser gobierno.
El Frente Amplio UNEN se presentó en sociedad como el cuarto en discordia. Logró incomodar a los otros tres competidores que asomaban más o menos acomodados en una disputa que recién alumbra. Es un buen capital para empezar, pero ni de lejos representa un seguro de vida. El punto no es sólo la convivencia entre los referentes propios, sino además si lograrán afirmar un armado con perspectivas serias, creíbles para la sociedad. La pregunta de fondo es sencilla en la formulación y compleja en las posibles respuestas: una franja nada desdeñable de la sociedad –sobre todo, no peronista– parece haberles reclamado que se unan, ¿pero tolerará una convivencia de sus líderes con matices, diferencias y hasta tormentas? ¿Lo tolerarán ellos mismos?
Sobre esa difícil ecuación se asientan las chances del nuevo emprendimiento político.
Las encuestas son siempre un elemento de consulta, en este caso sobre las perspectivas de la coalición. La más reciente, realizada el viernes y el sábado en la Capital, incluye un par de datos de interés para el análisis. Con las limitaciones de su alcance –sólo porteño–, indica un alto nivel de conocimiento del lanzamiento del Frente (87%) y una buena calificación de la idea de “juntarse” (55,5%), además de la consideración de que es “importante” para competir con el peronismo (18,6%). Estos dos últimos rubros de las respuestas perfilan desafíos y perspectivas.
El reclamo a dirigentes radicales, socialistas y de otras fuerzas para que acuerden y confluyan en el terreno electoral fue la base –como argumento y también como propaganda– en que se apoyó la constitución de UNEN en Capital. Y el resultado electoral coronó ese movimiento, con el compromiso previo e ineludible del mecanismo para definir la listas: las primarias abiertas.
El problema, y de allí algunas inquietudes de los dirigentes del Frente, es si ese reclamo de una parte de la sociedad se expresará realmente en niveles de tolerancia similares después, a la hora de votar. Dicho de otra forma: la cuestión es si se les reclama posiciones únicas, con liderazgo incuestionable y actitudes disciplinadas, o se aceptarán como naturales los debates y la competencia interna.
En este arranque, resulta claro que la disputa tiene muchos nombres propios: Hermes Binner, Julio Cobos, Elisa Carrió, Ernesto Sanz y Pino Solanas, en el plano nacional, sin contar con las pulseadas que se esperan, y en algunos casos ya se expresan, en distintos distritos.
¿Hasta dónde, para sus propios dirigentes, son aceptables los crujidos? El armado del Frente, como hecho en sí mismo, podría representar una primera garantía: si alguien tensa la cuerda hasta romperla, podría pagar un alto costo individual en la valoración de la franja de posibles votantes. ¿Hasta dónde es flexible la nueva convergencia? El prematuro debate sobre Mauricio Macri expuso algunas de las posiciones encontradas, que se trataron de amortiguar antes que discutir a fondo.
Pero el tema está lejos de haber sido agotado. Si la intención es darle aire a la coalición, todo indicaría que esta vez nadie sueña con la incorporación de algún componente peronista. Está en la naturaleza de algunos de sus referentes, pero también se apoya en la especulación sobre cierto agotamiento de la experiencia peronista en sus diferentes expresiones.
La encuesta referida da alguna señal en ese sentido. Existen además trabajos cualitativos de varias consultoras que apuntan en la misma dirección. Pero hasta ahora, las opciones dominantes sólo tenían que ver con el grado de proximidad o lejanía respecto del kirchnerismo, en la amplia y cambiante realidad del PJ.
Sergio Massa, que sigue primero en los sondeos, es el que apunta a la diferenciación más sonora. Lo hace con sus declaraciones y también con su intento de construcción nacional: busca dirigentes de otras fuerzas, y no sólo peronistas disgustados o de salida, para lograr extensión territorial. Daniel Scioli apuesta centralmente al PJ –gobernadores e intendentes–, trata de caminar los distritos massistas y comenzó a buscar base propia en la Capital. Rechazado por el kirchnerismo duro, habla del cambio razonable, y tal vez más explícito si logra afirmarse en esta carrera.
Macri juega por afuera de esa órbita, aunque naturalmente podría atraer parte de ese universo, según cómo evolucionen Massa y Scioli. De todos modos, era esperable el efecto que produce su nombre entre los fundadores del Frente: el jefe de Gobierno porteño resultaba casi la única opción fuera del peronismo y ahora para algunos es competidor en el mismo rubro y para otros, posible socio.
Al margen de Macri, y de la pesada asociación con la caída de la Alianza, la cuestión de los límites de esta convergencia parece referir a un debate central que supera la política más menuda y el marketing. Dirigentes del Frente suelen poner como ejemplos las experiencias, exitosas, de Chile, Brasil y Uruguay. Son historias diferentes –en términos de orígenes ideológicos y de práctica política–, pero tienen un denominador asimilable a todos: construyeron a pesar de la adversidad electoral, a veces incial y otras en el poder, y apostaron más allá de la coyuntura.
Tal vez sea ese el desafío más fuerte, porque define el andar cotidiano.