El presidente Javier Milei insiste en destacar los logros de su política económica. Habla de equilibrio fiscal, reducción del déficit y señales de recuperación de la actividad. Pero en las góndolas, la historia es otra. El consumo no acompañó el optimismo oficial. Muy por el contrario, mostró caídas preocupantes incluso en sectores esenciales. La economía puede avanzar en sus grandes números, pero en la calle se respira otra cosa.
Los datos del INDEC mostraron que en febrero las ventas en supermercados cayeron 0,3% en comparación con enero. En los autoservicios mayoristas, la baja fue de 1%. En los centros de compras también hubo una contracción mensual. La tendencia no se revirtió en marzo. Según la consultora Nielsen IQ, el consumo masivo retrocedió 0,3% respecto a febrero y 1,6% interanual.
El rubro bebidas encabezó las bajas. Las alcohólicas retrocedieron 10%, mientras que las no alcohólicas apenas subieron 0,5%. En el caso de los alimentos, los productos no esenciales y las golosinas empujaron un leve repunte, pero los alimentos básicos marcaron una caída de 4,5%, lo que reflejó un ajuste forzado en los hábitos de consumo. La gente dejó de comprar lo indispensable.
Milei respondió a estas cifras con una crítica directa al organismo que las produce. «Eso es falso, eso es falso y voy a explicar por qué«, dijo al ser consultado por la caída del consumo. Según el mandatario, las estadísticas no reflejan el cambio en la forma de consumir. Argumentó que los indicadores tradicionales quedaron desactualizados porque “cambió la modalidad” y puso como ejemplo la migración de las compras físicas hacia plataformas online.
«Los datos no están mal hechos, pero cambiaron las costumbres. Si no entendemos eso, estamos fritos», lanzó Milei. Y fue más allá: «Si yo tuviera que mirar algo, miraría los balances de empresas que se dedican al e-commerce», dijo en referencia a MercadoLibre.
La explicación no alcanzó para ocultar la magnitud del deterioro. En 2024, las ventas en supermercados cayeron 11% y en autoservicios mayoristas 15% en términos reales. Los shoppings, en cambio, mostraron subas importantes en diciembre, pero con una base de comparación muy baja por la crisis del año anterior. Las cifras infladas por la inflación también distorsionaron la lectura: aunque las ventas totales expresadas en pesos crecieron, los volúmenes reales siguieron por debajo de los niveles previos.
En los supermercados, los rubros con mayores aumentos de precios fueron indumentaria, electrodomésticos y alimentos preparados. En todos los casos, el crecimiento interanual en pesos superó el 80%, pero no implicó una mejora en las cantidades vendidas. El consumo mostró un patrón regresivo: más gasto en productos no esenciales por parte de sectores altos y menos compra de básicos por parte de los hogares más vulnerables.
En paralelo, las expectativas empresariales tampoco se alinearon con la euforia oficial. El 78% de los supermercadistas consideró que la situación no cambiaría en los meses siguientes. Solo el 18% apostó por una mejora. Entre los mayoristas, el pesimismo fue más marcado: el 87,5% creyó que la actividad seguiría igual y el resto anticipó una caída.
El propio INDEC admitió que revisaría sus metodologías. No por error en los cálculos, sino por las críticas recibidas desde el oficialismo. Mientras tanto, los bolsillos de millones de argentinos sintieron el ajuste. En la teoría macroeconómica puede haber aplausos. En la práctica diaria, hay menos carne en la mesa y más recorte en la lista del súper.
Milei eligió hablar de balances empresariales. Los ciudadanos, en cambio, hablan de changuitos vacíos.