Venció en la final a Croacia 4 a 2 y se consagró en Moscú por segunda vez en su vida futbolística. El argentino Pitana, fue el árbitro del debut y la final en el Mundial. El 2 a 1 para los galos, fue de penal, luego de que el referi misionero consultara el VAR por la mano de Perisic.
«Vingt ans c’est rien» -veinte años no es nada- proclamaba en el tango, el francés reconvertido en zorzal criolllo, Carlos Romualdo Gardel ó Charles Romuald Gardes -su nombre de nacimiento- fue inscripto el 11 de diciembre de 1890 en el registro civil de Toulouse, en Francia.
Dos décadas y tres días para volver a levantar la copa del mundo y meterse en la historia grande de los torneos de FIFA. A pesar de tener una liga de segunda línea, tiene figuras diseminadas por las principales competiciones europeas. En cuánto al proceso de la selección mayor fue muy bueno, de los últimos 6 mundiales llegó a 3 finales y ganó dos.
La tempranera final dominical para este lado del mundo, sugería otro trámite de partido hasta los 18 minutos de juego. Pelota parada, el detalle ganador mundialista, pegada precisa de Griezmann, y en el barullo de cabezas, la peinada involuntaria de Mandzukic contra su arco, se transformaba en el uno a cero para Francia.
El empuje croata, manifestado en partidos anteriores no tardó en llegar y Perisic capitalizó un rebote de ‘otro’ balón parado, acomodó con clase para su perfil izquierdo y sentenció el empate diez minutos más tarde.
En la final, el VAR, también aportó su grano de arena, una mano del mismo Perisic, autor del empate provisorio, mandó al árbitro argentino Pitana, a revisar la pantalla y luego de gestualizar el ademán protocolar, en forma de rectángulo, marcó el punto del penal y Griezmann el francés más latino, canjeó por gol y otra vez los galos pasaban al frente.
El ‘vatreni’ -fuego en croata y apodo de la selección- se fue apagando en la segunda y última parte del mundial. Apareció el aguante francés, lo que mejor le sale a Pogba y asociados. Pases largos a M’bappe, en su mejor versión física, la pausa de Griezmann, alumno prodigio del sistema Deschamps, marcaron la diferencia técnica de fútbol y transición de pelota. El astro del PSG puso el tercero y Pogba con un rebote y zurda al gol, extinguían definitivamente la chispa de la resurrección croata.
El blooper de Lloris faltando poco, alimentó el banco de imágenes que exhibirá la FIFA por todo el planeta, era el final 4 a 2 con la vergüenza viril de ‘súper Mario’ Mandzukic, que la mala fortuna hoy lo mandó a ser el verdugo de su equipo en la final.
Croacia venía de remontar en sus tres partidos de la fase de eliminación directa, jugando alargues en todos e imponiéndose por penales en los primeros dos. Pero toda la calidad creativa de Modric y Rakitic, no pudo con la potencia francesa ni la jerarquía de sus futbolistas.
Una selección francesa que supo conseguir diferencias y cuidar resultados con dos líneas pegadas al área pero un veloz contragolpe saltando estructuras, agresivo y letal en su registro goleador. En definitiva, más efectiva al acechar en el ataque que con abundancia de juego vistoso, pero que supo avanzar de series, todos los partidos en noventa minutos y sellar el camino a la segunda gran conquista de Les Bleus.
Las nieves del tiempo blanquearon la sien de Didier Deschams, hoy en Moscú vuelve a levantar la copa como estratega del equipo que lo tuvo como jugador y capitán aquel doce de julio en el podio triunfal del Parque de los Príncipes en París. Junto a Zagalo (Brasil) y Beckembauer (Alemania) conforma la hazaña de alzar el trofeo como jugadores y entrenadores de sus selecciones.
Se fue otra Copa, dejó a Modric como jugador más valioso y M’Bappe con el balón de plata, 12 goles en contra -récord en mundiales-, derrotas inesperadas, proyectos acabados y la nueva tecnología VAR, que quita emoción pero apoya a los árbitros. Un campeón con acento francés que no derrocho champagne pero se mete definitivamente en la historia de los mundiales.
¡Au revoir Rusia 2018!