Los que empujan carros, recogen basura, le rezan al Gauchito Gil o a la Pacha, ahora pueden cobrar la Asignación Universal por Hijo. No es la salvación, pero es más de lo que tienen y lo que esperaban.
El tiempo transcurre de acuerdo a la cronología mecánica de los relojes modernos, relojes que en apariencia marcan igual para todo el mundo, cuando en realidad el tiempo, siendo científicamente absoluto, es una de las cosas más relativas dentro de las que estamos inmersos.
Los gobiernos se suceden, las masas van cambiando de ropajes, las decisiones duran lo que dura inamovible el principio que las llevó adelante, las camisetas se transmutan entre ellas, las medias clases y las elevadas suben y bajan, de acuerdo a la suerte o a la desgracia. En base a índices reales o ficticios, creíbles o refutables. “Pancarteadas” las protestas se nublan en su misma consigna, con nombre popular pero apellido aristocrático.
Y en el medio de todas las tormentas están los que siempre son nombrados, los tenidos en cuenta si tienen un DNI al día, si pueden subirse a un micro para ir tras el cántico fervoroso de “los otros”, sabiendo o no sabiendo el corral que los encierra.
Ahí están ellos en la espera de esperar, sin saber de la tardanza o la respuesta abruptamente rápida. Ahí están en los titulares de los diarios, traídos del olvido de la acción, metidos en la acción de todos los discursos, ENUNCIADOS.
Cuando ocurre que les llega “la buena suerte”, sin haberle rezado horas al Gauchito que vestido de rojo los vigila desde algún pasillo, o sin haberle hablado por horas a la Pacha, encendiéndole un cigarrillo con la mano izquierda, cuando ocurre que algo baja del cielo o del infierno, ¿qué más da el sitio de donde caiga? Cuando ocurre que la suerte los baña de algo, todos los teóricos del inconformismo inundan las páginas de los diarios a más de cuatro voces, criticando con el dedo, siempre en alto, que acusa desde el sillón de un recinto vacío de tanto, repleto de nada. Cuando ocurre que algo les toca en la repartija despareja de este mundo desparejo, no está bien visto, no está bien oído, y mucho menos palpado. ¿No está bien darles? ¿Se cuestiona la medida? ¿Se pone en duda el objetivo? ¿Se vulneran los números? ¿Se les muere el argumento de los pobres olvidados siempre?
José tiene 54 años, cuatro hijos y más de una esposa. Aunque ahora sólo sea Clara, la que formalmente, lleve ese título. Nada muy distinto a lo que ocurre en lo más alto de las medias clases o las altas medias.
Para el sistema José está empleado, según los últimos CENSOS, él es un trabajador. Pero no tiene patrón, ni obra social, ni aguinaldo, ni vacaciones. José tira de un carro todos los días en busca de algo que le permita salir al otro día, por otro día de tiraje de carro.
Los beneficios que el sistema, benévolamente, le otorga a otros trabajadores, más formales que él, hace tiempo que no los roza ni de cerca. Las tantas crisis sucesivas y la crisis de haber nacido donde nació, abortando la posibilidad real de un ascenso real en este tiempo real, hicieron que el sistema lo patee pa´ fuera, literalmente; aunque según los últimos censos sea él una persona con un empleo.
Tres de sus pibes van a la escuela, el cuarto desertó antes de tomar la difícil decisión de empezar, pero ya no insiste en esas cosas; es mejor que traiga algo de plata a la casa. Además ya tiene 17 años.
La noticia le llegó por medio de un colega suyo, del carro que deambula las calles del Conurbano a la par de él, muchas veces:
-¿Te enteraste de la buena?, dijo Claudio, con voz de presentador de noticiero optimista, cuando es que da una buena noticia (cosa extraña por estos tiempos, modernos).
-No, respondió José. Con voz ronca de tantos años de cigarrillos mal fumados.
-Parece que la Cristina ésta nos va a dar algo a nosotros también, algo de guita pa´ los pibes o algo así, me lo dijo la Mónica que se lo dijo la Bety el otro día.
-¿Algo pa´ nosotro? ¿Qué e´ lo que nos va a dar?
-Parece que si lo pibes nuestros van a la escuela podemo tener unos pesos por eso.
-¿Ta seguro vos, che?
-Sí, te digo que me lo dijo la Mónica que se lo había dicho la Bety. Y la Bety tá informada, viste?
-Uh! qué bien nos va a venir esa guita Claudito. ¿Sabé cuánto es?
-No, pero le voy a decir a la Mónica que le pregunte a la Bety.
Los carros siguieron andando lo que quedaba por andar ese día de poca basura suelta.
Muchos titulares exhortarán a la mirada crítica, harán lobby levantando la bandera del “me opongo porque sí”, porque está mal, porque no es serio, porque es demagógico, porque es poco, porque es mucho, porque es nada, porque sí.
Y allí estarán ellos, como siempre, sentados diez a una mesa para cuatro. Con tres panes y más del doble de estómagos para ser saciados.
Allí estarán ahora, creyendo que por ahí esta vez, el Gauchito vestido de rojo se acordó un poco, o que la Pacha levanta su vaso de vino pa´ brindar por esos pesos de más que ahora entran en la casa.
Por Mara Fernández Brozzi