El domingo a las 16.20 en el Monumental se disputará una nueva versión del partido más importante del Fútbol Argentino. Ambos vienen mal, Boca con problemas en el seno del plantel y River en los últimos puestos de la tabla. ¿Quién se juega más?
Es el partido en el que todo jugador quiere estar, son 90 minutos de intensidad, de color, de gritos y de pasión. Vienen desde otras latitudes del mundo para ver este duelo de criollos en short. El superclásico, es uno de los espectáculos más grandes en el mundo entero.
Sin embargo, la actualidad de los equipos que lo disputan, hace que nos preguntemos si el del próximo domingo será un clásico devaluado. Con ambos conjuntos lejos de la punta, para algunos será un clásico aburrido y sin importancia. Pero quizás, allí esté el “eje” del asunto, no hay tanto para ganar como lo que hay para perder.
River viene en los últimos puestos de la tabla de posiciones del apertura 08 y jugando muy mal al fútbol. Boca, que en las primeras fechas parecía que iba a dar pelea, se fue cayendo y hace unos días estalló mediáticamente el conflicto que su plantel viene arrastrando hace mucho tiempo.
Los de Nuñez no cuentan con Ariel Ortega, cedido y desperdiciando su fútbol en un mediocre club del ascenso. Los Xeneizes no cuentan con Martín Palermo, un gladiador en este tipo de partidos, que se ha cansado de convertirle goles a River. Ausencias que se van a sentir.
Los dos equipos pasando momentos difíciles, los dos equipos tienen mucho que perder. La semana posterior al superclásico será devastadora para el plantel que se lleve la derrota, y eso los jugadores lo saben muy bien. Por eso, el del domingo no va a ser un superclásico más, será de uno de “esos” que cambian conducciones, que echan técnicos (al corto o largo plazo), que profundiza crisis y que cierra etapas.
Habrá que esperar hasta el lunes para ver que equipo podrá ver la luz al final del túnel, y cual se hundirá en un “Tsunami” de trascendidos, rumores, noticias, entredichos y fastidio. La derrota va a lastimar; la cicatriz, va a ser profunda y traerá consecuencias.
Por Adrián Cordara