
Por Matías Yofe
Tasas municipales: ¿el gobierno nacional también es cómplice?
La historia de la Argentina reciente es la crónica de una nación atrapada en un círculo vicioso de ajustes fiscales y promesas vacías. Cada crisis nos ha empujado más allá de los límites, con políticas fiscales insensibles que han castigado a los más vulnerables, mientras se perpetuaba la impunidad de una clase política desconectada de la realidad. El kirchnerismo, con su maquinaria impositiva insaciable, ha sido uno de los grandes arquitectos de esta situación. Ahora, en Pilar, el ajuste fiscal nacional encuentra eco en la creación de nuevas tasas municipales que gravan a todos, desde los consumidores de nafta hasta los generadores de empleo.
El intendente, amparado en la necesidad de cerrar las cuentas, implementa impuestos que sofocan a los contribuyentes y que solo profundizan la crisis. Mientras tanto, el gobierno nacional simula un combate contra estas tasas excesivas, pero sus acciones son superficiales, apenas maquillajes en un sistema donde las verdaderas reformas son evitadas por temor a confrontar a los caudillos municipales que siguen haciendo y deshaciendo a su antojo.
La falta de una política fiscal coherente y valiente solo ha alimentado esta voracidad recaudatoria en cada nivel de gobierno. La verdadera tragedia es que, mientras se debilita el empleo y el consumo, la promesa de alivio impositivo es tan frágil como una hoja al viento, una esperanza quebradiza para quienes intentan mantener sus negocios y trabajos a flote en un contexto impositivo cada vez más asfixiante.
La ambición desmedida del presidente por alcanzar el déficit cero ha generado un impacto directo en Pilar, donde el intendente ha decidido imponer tres nuevas tasas municipales: una sobre la nafta, otra sobre los supermercados, y una última que penaliza la generación de empleo. Estas tasas no solo asfixian a la producción y el consumo, sino que son flagrantemente inconstitucionales.
Mientras la administración nacional se jacta de tomar medidas para combatir las tasas municipales excesivas, sus esfuerzos han sido tímidos y cortoplacistas. En lugar de abordar de manera integral la carga tributaria que enfrentan los contribuyentes, se han conformado con paliativos que no tocan el fondo del problema: la indefensión de los ciudadanos frente a los abusos de los intendentes.
Lo que realmente falta aquí es valentía política para poner freno a estos despropósitos impositivos. Los funcionarios nacionales, en lugar de enfrentarse a los barones municipales que continúan esquilmando a los ciudadanos, optan por el camino más fácil, permitiendo que estas prácticas sigan proliferando. La falta de una posición firme para defender a los contribuyentes demuestra que la reducción de impuestos es, en el mejor de los casos, una prioridad de papel, dejando a Pilar en una espiral de impuestos insostenibles.
La única pregunta que resta por hacerse es: ¿Por qué el presidente permite que en Pilar el ajuste lo pague la “gente de bien” y no “la casta”?¿Tanto miedo le tienen a Achaval?¿Por qué los concejales de La Libertad Avanza acompañaron estos aumentos?
Lamentablemente, hoy son más preguntas que repuestas, las que toda la dirigencia política tiene para ofrecer.