El episodio de oclusión de la arteria carótida derecha que puso en riesgo la salud del ex presidente Néstor Kirchner, produjo enorme impacto en los ámbitos políticos tanto del país como del extranjero. Es que el ahora diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, en los hechos, sigue ejerciendo el poder y es en virtud de ello que su estado de salud adquiere enorme relevancia política. Columna escrita en el diario Clarín.
El tema de la salud de quienes gobiernan una nación es un asunto de permanente debate. Es un debate atravesado por dilemas e intereses. Los dilemas tienen que ver con el secreto médico y el rol de los profesionales que atienden a los poderosos. Los intereses se relacionan con una situación más concreta ya que la afectación de la salud de un gobernante lo debilita políticamente.
Los puristas sostienen que cualquier declaración pública del o de los médicos que atienden a un presidente constituye una violación al juramento Hipocrático. Hay, sin embargo, otra corriente de pensamiento que sostiene que los daños que puede padecer una sociedad como consecuencia de las enfermedades que sufren sus gobernantes, imponen la difusión pública del hecho.
La historia argentina deja enseñanzas indiscutibles que dan fuerte sustento a esta última línea de pensamiento. He aquí dos ejemplos:
El primero se refiere al presidente Roberto Marcelino Ortiz quien sufría, al momento de asumir el poder, una diabetes severa a la que el ritmo de vida y el stress propio de su función le infligieron un deterioro tal que terminó con su vida. Ortiz se había impuesto como objetivo de su gobierno el de acabar con el llamado "fraude patriótico", que venía afectando seriamente la democracia de nuestro país desde la revolución de 1930 que derrocó a Hipólito Yrigoyen. Con la muerte de Ortiz todo este intento quedó en la nada y lo que sobrevino fue un período de una inestabilidad política mayúscula.
El segundo caso concierne a la tercera presidencia del general Juan Domingo Perón. Su deteriorada salud era un secreto a voces que se le ocultó a la población. El ejercicio de la presidencia fue demasiado para sus coronarias y así, su corazón dijo basta el 1° de julio de 1974. Lo que sobrevino a ello fue el abismo.
Como bien expresa el ex rector de la Universidad de Buenos Aires, Prof. Dr. Guillermo Jaim Etcheverry, el tema es de tal magnitud que, en algunos países, se ha llegado a plantear la necesidad de que la salud de sus más altas autoridades sea controlada no sólo por los profesionales de su confianza personal, sino también por otros médicos que no muestren fidelidad política hacia el paciente, para garantizar así a la población una información más imparcial.
El episodio de la crisis de hipertensión arterial que padeció hace unos días el presidente de Brasil, Luis Inacio "Lula" Da Silva, habla a las claras de los efectos patológicos del poder.
La información obrante al momento de escribir estas líneas, señalan que la evolución del ex presidente es buena.
Faltan aún los detalles que permita tener un conocimiento exacto de lo que le sucedió. Mientras tanto, este episodio debería ser un hito en la vida del Dr. Néstor Kirchner que le permitiera reflexionar y apreciar la verdadera dimensión de lo que produce sobre la salud de una persona la enfermedad de poder.
Por Nelson Castro