Martín Acro se sumó a la larga lista de muertos en el fútbol argentino. Mientras los organismos de seguridad toman medidas condenadas al fracaso, los barrabravas siguen manejando el negocio, en complicidad con los dirigentes y el poder político.
Por Adrián Cordara
Finalmente falleció Martín Gonzalo Acro, el barra de River baleado el martes 7 de agosto por la noche en Villa Urquiza. Hablan de emboscada, hablan de ajuste de cuentas, hablan de venganza, lo cierto es que en el medio se encuentra un JUEGO, un deporte completamente viciado, que sólo espera el tiro de gracia.
El fútbol es un enfermo terminal. Para colmo los encargados de salvarlo son unos incompetentes o están en complicidad con los que lucran con él. Las muertes se suceden y sin embargo el show continúa. No nos engañemos, lo que sucede en River es sólo “la cabeza visible” de lo que está pasando en el fútbol argentino. Y Adrián Rousseau y Alan Shenkler, como muchos otros barras del país, son el resultante de años de negociados entre los barras, dirigentes y el poder político de turno.
El fútbol es (o era) un deporte, pero por sobre todas las cosas es un negocio que mueve millones y millones de pesos año tras año. Y donde hay “millones”, hay mafias, hay robos, hay luchas por el poder, hay intereses, hay coimas y hay muertes. El fútbol no es ajeno a esto.
El enfrentamiento de estos barras no es por un simple lugar en la tribuna, es por el PODER, ese poder que los acerca al dinero, y ese dinero que les permite subsistir y seguir creciendo. Este crecimiento es mucho mayor cuando quienes tienen que combatirlos, no sólo no lo hacen, sino que les facilitan los “medios” para seguir abasteciéndose.
No es una novedad que los dirigentes del fútbol argentino son cómplices de los barras, es de público conocimiento que les entregan dinero, les dan cargos dentro del club, que les dejan el negocio de la reventa y hasta una “cometa” de alguna transferencia de un jugador de la entidad. Esto muestra a las claras que las medidas que se están tomando para “erradicar la violencia” son absolutamente erradas e intrascendentes.
Rodolfo Donofrio, dirigente de River, conversó con Eduardo Román en la mañana de la 104.7 y sobre este tema dijo: “Este es un problema de todo el fútbol argentino, y debe ser resuelto por River, por la AFA, y por el gobierno nacional, no puede ser que empecemos un campeonato, habiendo terminado el anterior con una muerte”.
“Yo creo que la seguridad no está garantizada en ningún estadio del fútbol argentino (…) Hay que ir a la AFA y plantearles que el campeonato no puede empezar con estas normas, con estas reglas (…) Esto se termina agarrando a los que provocan los hechos y encarcelándolos”.
El tema es mucho más complicado aún de lo que dice Donofrio, porque en ese caso sólo se estaría castigando a los autores materiales. Los autores intelectuales, aquellos de saco y corbata, son los dirigentes y el poder político, mientras no se corte ese “ida y vuelta” entre ellos, la cuestión va a seguir su curso, y hasta va a empeorar.
Por eso los años pasan, los hechos de violencia continúan y las muertes se suceden, por que el “cáncer” está ramificado en varios sectores y enquistado muy profundo. Esos dirigentes “amigotes” de los barras, esos políticos que les pagan subsidios, son responsables fundamentales de lo que sucede.
Mientras tanto, el presidente de la AFA, Julio Grondona, no acusa recibo, mira para otro lado, patea la pelota afuera. De este modo, “inconscientemente”, Grondona se está convirtiendo en un cómplice de esta situación. Lo cierto es que por “acción u omisión”, el presidente de la AFA debe dar un paso al costado.