La realidad se impone en el mundo entero cuando vemos las imágenes dantescas de decenas de miles de personas escapando del horror de la guerra, ya sea a través de embarcaciones precarias o hacinadas en camiones, a pie o en trenes, la foto es siempre la misma, la desesperación de aquellos que lo han perdido todo. Por Alfredo Buglioni y Franco Bonaro
Por Alfredo Buglioni (Politólogo) y Franco Bonaro (Politólogo)
Ahora bien, consideramos que es lícito preguntarse, ¿qué factores entran en juego ante tamaño escenario?, ¿qué responsabilidades le caben a los países centrales en este contexto?, ¿las relaciones de intercambio entre naciones desarrolladas y países periféricos contribuyen a empeorar las cosas?
Está claro que no existe una sola respuesta sino que hay una multiplicidad de factores que se entrelazan para dar cuenta de la situación de millones de refugiados y desplazados que según datos de ACNUR (la Agencia de la ONU para los refugiados) durante 2014 el total de personas que habían abandonado sus hogares por conflictos o persecuciones, ya sea dentro de su propio país (desplazados) o fuera del mismo (refugiados) ascendía a 8,3 millones.
Entre los países más afectados por este flagelo se encuentran Siria, Afganistán y Somalía. Haciendo un breve repaso histórico sobre las causas que probablemente llevaron a estos países al desastre humanitario encontramos una constante: la intervención militar extranjera y la dependencia económica.
Somalía, ubicada en el llamado “Cuerno de África”, fue invadida en 1993 (previa autorización de la ONU) por las tropas de EEUU con la excusa de llevar “ayuda humanitaria”, por supuesto las reservas petroleras eran abundantes y empresas comerciales norteamericanas se establecieron allí. Hoy Somalía es un claro ejemplo de Estado Fallido.
En el caso de Afganistán, en octubre de 2001, una coalición liderada por EEUU invadió y ocupó al país asiático en respuesta al atentado a las Torres gemelas, dicho país fue señalado por la administración Bush como responsable del ataque. Como resultado de la invasión, 2,5 millones de afganos se convirtieron en desplazados o refugiados. El país quedo azotado por olas de atentados y penetración del Estado Islámico en sus fronteras.
Y por último, en Siria, la crisis generada en 2011 (dentro del contexto de La Primavera Árabe) desatada por el pedido de más libertades y democracia, degeneró en una guerra civil de la cual el Estado Islámico (apoyado por Arabia Saudita y EEUU) adquirió gran preponderancia y ocupó parte del territorio sirio creando un califato y borrando las fronteras existentes. Hoy Siria es un país en plena guerra civil, con su infraestructura de servicios destruida, crisis económica y 4 millones de refugiados.
Ante dicho contexto la mayoría de los países europeos ve con preocupación la oleada de personas que huyen de sus respectivos países y se instalan en sus fronteras, sin embargo el pasado colonial de los países periféricos es un bumerang que hoy llama la puerta de Occidente.
El saqueo de los recursos naturales, la geopolítica de los países centrales y el complejo militar industrial son hoy los responsables de la actual situación de penuria de millones de personas que buscan vivir en paz. Es necesario tomar conciencia que dicha política imperial solo ha llevado al desastre humanitario.
Ante esta situación el Papa Francisco señala firmemente que “El mundo tiene que tomar conciencia que la explotación de uno contra otro no es el camino, y ante la tragedia de millones de refugiados que huyen de la muerte por la guerra y el hambre, el Evangelio nos llama a darles una esperanza concreta”.