WikiLeaks ha elegido a The New York Times, El País, Der Spiegel, Le Monde y The Guardian para publicar esta nueva tanda de documentos secretos, y estos medios han determinado qué se publica y qué no. Lo han hecho de acuerdo al paradigma de “la seguridad nacional e internacional”, esquema montado –en general– por los mismos impulsores del espionaje y sus socios de cada país, cuyo concepto de la información pública está casi siempre sujeto a férreas limitaciones, aunque pregonen incansablemente su idea de la libertad de prensa.
El diario español reconoce que “ha decidido aceptar los compromisos a los que The New York Times llegue con el Departamento de Estado para evitar la difusión de determinados documentos”. A pesar de lo cual, este cuarto de millón de archivos –coinciden los medios seleccionados– pondrían “más que en jaque a la diplomacia internacional”, fundamentalmente la de los Estados Unidos. La idea que trasunta esta aseveración se reduciría al mal uso y al chocante estilo de la diplomacia estadounidense y no tanto a su política militar, económica y cultural, que no reconoce fronteras. Bastaría, entonces, corregir la forma de lo que hace la gran potencia para preparar y justificar con mejor lenguaje y recato epistolar el estado de guerra permanente en el mundo. No se trataría, entonces, de escandalizarse por lo que hace sino de cuestionar la torpeza de cómo lo dice.
Un buen tramo de estas informaciones había sido denunciado por gran parte de la prensa de perfil crítico. Y, fundamentalmente, por la prensa alternativa que desde la década de 1960 pusieron en el tapete las políticas imperialistas de los EE UU y sus aliados en el mundo.
La vulnerabilidad de algunos medios a recibir la información supuestamente veraz del propio Departamento de Estado o del Pentágono como de otras usinas de la mentira son archiconocidas. Recordemos el tratamiento mediático que tuvieron las mentirosas argumentaciones que buscaron justificar la invasión a Irak.
Reiteradas y amplificadas por los grandes medios belicistas convertidos en órganos de propaganda, todas esas denuncias fueron repetidas ad nauseam por los canales de televisión Fox News, CNN y MSNC, por la cadena radial Clear Channel (1225 estaciones en los Estados Unidos) y hasta por diarios prestigiosos como el The Washington Post o el Wall Street Journal.
El espionaje “blando” al que se alude en los documentos es impulsado principalmente por dependencias del Estado norteamericano. Su responsable actual, Hillary Clinton, le solicita a funcionarios de 38 misiones diplomáticas una pormenorizada relación de la información personal y de otra índole sobre Naciones Unidas, incluido su secretario general, sobre los representantes vinculados con Sudán, Afganistán, Somalia, Irán y Corea del Norte. Nada de esto debería causar sorpresa ni considerarse una gran revelación
¿Es novedosa la complicidad del gobierno estadounidense en el golpe militar a Honduras? No. ¿Y la propuesta del presidente ecuatoriano, Rafael Correa de afianzar un compromiso colectivo para rechazar todo quiebre del orden constitucional ante la Cumbre de Presidentes de Iberoamérica de Mar del Plata? ¿A qué responde? ¿Será una respuesta del mandatario ecuatoriano a un mero problema de estilo en torno a la estrategia que tiene reservada los Estados Unidos para la región?
¿Es “algo nuevo” la existencia de cárceles clandestinas esparcidas por el mundo, vejaciones a prisioneros, escalofriantes cifras de muertos civiles en Afganistán e Irak por parte de los Estados Unidos? No. ¿Resulta extraño, nuevo, sin precedentes, el espionaje al gobierno de Corea del Norte, a China, Rusia, Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Bolivia, Paraguay y la Argentina? ¿Y las bases militares en Latinoamérica? Dice el diario El País que “todos los servicios diplomáticos del mundo, y especialmente de los Estados Unidos, tendrán que replantearse desde este momento su modo de operar y, probablemente, modificar profundamente sus prácticas.” ¿Que prácticas? ¿Sólo las discursivas? ¿A qué se refiere esta advertencia con pretensión alfabetizadora del modo diplomático estadounidense por parte del diario español? ¿A las prácticas intervencionistas en territorio ajeno? ¿A las guerras provocadas sobre la base de mentiras para hacerse de los recursos estratégicos del planeta? ¿A los golpes de Estado que produce y financia?