Pillín había sobrevivido a varios atentados en los últimos meses que habrían sido perpetrados por el grupo «Los Menores», que buscaba arrebatarle el negocio de la barrabrava.
La muerte de Andrés «Pillín» Bracamonte, jefe de la barra brava de Rosario Central, despertó el miedo por un posible resurgimiento de la violencia en Rosario, que había logrado reducir significativamente los episodios de violencia en los últimos meses. El asesinato, ocurrido a pocos metros del estadio y poco antes de finalizar el partido ante San Lorenzo, plantea interrogantes sobre la seguridad y el futuro de la ciudad que, según especialistas, tendrá una escalada de la violencia.
El gobierno de Santa Fe, comandado por Maximiliano Pullaro, mostró su preocupación ante el asesinato de una figura relevante dentro de las bandas de delictivas de la ciudad. Pullaro reiteró en diversas ocasiones la posibilidad de un rebrote de la violencia, pero insiste en que la situación de seguridad ha mejorado en comparación con períodos anteriores. Ante esta crisis, Pullaro manifestó una postura de cautela.
Las autoridades nacionales enviaron a Rosario a la secretaria de Seguridad, Alejandra Monteoliva, y al jefe de Gendarmería Nacional, Claudio Brilloni, como parte de una estrategia coordinada entre el gobierno provincial y el nacional. Además, 300 vehículos de seguridad patrullan la ciudad, con el objetivo de disuadir nuevos ataques y dificultar la fuga de quienes intenten ejecutar acciones armadas.
Una de las principales reformas implementadas en el sistema de seguridad provincial fue el endurecimiento en el control de las prisiones, lo que permite reducir las órdenes desde los centros penitenciarios hacia la ciudad. Esta medida, según las autoridades, busca reducir el impacto de las redes criminales en las calles de Rosario.
A diferencia de épocas anteriores, el gobierno de Santa Fe asegura estar «mejor preparado para responder a este tipo de incidentes». Actualmente, se desplegó un comando conjunto que integra fuerzas nacionales y provinciales, agentes penitenciarios, fiscales y grupos especiales, un despliegue que anteriormente habría tomado varios días en concretarse.
La influencia de Pillín Bracamonte en la delincuencia de Rosario se remonta a décadas. Bajo su liderazgo, la barra de Central operaba diversos negocios ilegales, incluyendo el control de estacionamientos, venta de alimentos y servicios que generaban ingresos para él a través del club. Nada nuevo, ocurre en todos los clubes del fútbol argentino.
Además, Bracamonte mantuvo vínculos estrechos con figuras del narcotráfico local, como la familia Cantero de la Banda de Los Monos y Esteban Alvarado.
Los audios de testigos del doble crimen de Pillín Bracamonte y su ladero: “Metió el brazo en la chata y revoleó 10 tiros” | Por Agustín Lago https://t.co/F85XkOHU7V pic.twitter.com/wX1aookJjP
— infobae (@infobae) November 10, 2024
Recientemente, la barra de Centra aumentó su participación en el narcotráfico, un cambio significativo respecto a su anterior rol en el comercio urbano de drogas. En julio pasado, una avioneta con 460 kilos de cocaína fue interceptada en San Justo, y miembros de la hinchada de Central fueron arrestados en relación con este tráfico, reflejando la creciente implicación de la barra en el narcotráfico internacional.
Todo eso derivó de dos investigaciones que, en 2018 y 2020, permitieron la incautación de 380 kilos de cocaína y el arresto de 40 sospechosos en una redada internacional concretada en Argentina y España. La Procuración de Narcotráfico estableció que la red de traficantes iniciaba las operaciones en Bolivia y cruzaba la droga hacia Paraguay, donde era embarcada en avionetas para tirarla en campos en localidades de Santa Fe.
Este cambio en el perfil criminal de la barra de Central también generó tensiones internas. Pillín había sobrevivido a varios atentados en los últimos meses, aparentemente perpetrados por el grupo «Los Menores», involucrado en la venta de drogas en áreas específicas de Rosario. Se cree que el grupo, liderado por Matías Ignacio Gazzani, buscaba arrebatarle el control de la barra y sus negocios.
El asesinato de Bracamonte ocurrió bajo circunstancias llamativas: la noche del partido entre San Lorenzo y Central, en una zona con poca presencia policial y durante un apagón. Fue emboscado y asesinado a metros del estadio, mientras iba como pasajero en una camioneta conducida por su segundo al mando.
A pesar de los intentos de Bracamonte por mantenerse a salvo, el desenlace fatal indica una vulnerabilidad que podría estar ligada a un exceso de confianza. Este asesinato también sugiere la existencia de una red criminal más amplia y compleja, con varias personas involucradas y potenciales «permisos» que facilitaron la ejecución del ataque.