La concejal francisquista de San Isidro Ester Fandiño deja su visión luego del premio recibido por Hugo Chávez en La Plata, en el marco del conflicto de la “no” salida del diario Clarín, y alrededor de la postura oficial con los medios de prensa y la comunicación.
Por Ester Fandiño, concejal francisquista de San Isidro
Que el oficialismo no nos da paz, aquélla que los pueblos necesitan para ir recorriendo la órbita trascendente –sin prisa y sin pausa- de su destino, no es una novedad! En pleno brote adolescente (y por lo tanto patológico, cuando quienes lo exhiben superan holgadamente las cinco décadas), el día a día de los hechos provocados nos intenta sacar del eje de nuestro crecimiento como personas y como comunidad para reinstalarnos en un deja vú (patético, insisto, visto las arrugas en las imágenes de quienes insisten en “adolecer”: de criterio, de responsabilidad, de valores, como hace 35 años atrás).
La decana de la facultad de periodismo de la UNLP ha fundamentado que el premio al Presidente venezolano Chávez responde a “la constatación del proceso de empoderamiento popular en el orden de las comunicaciones”, vinculando dicha “constatación” a que “una comunidad académica de profesores, graduados, investigadores, trabajadores no docentes, y especialmente las expresiones políticas estudiantiles… se han comprometido con la comunicación como un derecho inalienable”. Por supuesto, no es esto lo que piensan los estudiantes venezolanos, y tampoco el bienestar de ese Pueblo se compadece con la renta petrolera que Venezuela ha disfrutado en la era Chávez. También echó de menos alguna referencia académica a la calidad de “lo comunicado”.
Me temo que la funcionaria también confunda al universo empoderado –según sus palabras- con los académicos, periodistas, trabajadores no docentes, y otros varios remunerados en la Argentina, en este caso por el presupuesto de la Provincia de Buenos Aires que hoy les permite participar de esta estudiantina tardía.
Refiriéndome al tema Clarín: Empoderamiento fáctico y sin riesgos tenían quienes decidieron impedir la distribución de los diarios que hoy alarma al país –reacción un poco sobreactuada, para mi gusto-, pero es evidente que ésta es la matriz ideológica a la que debemos enfrentarnos y con la que deberemos lidiar hasta cambiar democráticamente la conducción de las diversas instituciones del país. En el mientras tanto, será bueno que podamos reclamar institucionalmente a los responsables por estos desatinos.
Realizo esta crítica al gobierno K, a la decana de la UNLP, a los académicos y varios remunerados por el poder de turno –hubo otros poderes y otros remunerados en las distintas etapas-, desde el mismo lugar de mi propia órbita: Como militante del campo nacional y popular, humanista y cristiano.