La democracia se debía un amplio debate sobre los medios y la sanción de una nueva Ley que cambiara las reglas de juego que, tras la dictadura, impusieran Menem y convalidaron De La Rúa, Duhalde y el propio Kirchner. Sin embargo, el apuro y la desprolijidad de su media sanción dejan más dudas que certezas. Cómo el grupo Clarín perjudicó siempre los pequeños emprendimientos.
La concentración de los medios audiovisuales que lograron los presidentes de la democracia fue siempre llamativa y escandalosa sin haber podido nunca reemplazar una Ley de la Dictadura.
En la década del `90, Carlos Menem repartió salomónicamente las señales de TV para conseguir apoyo a sus políticas privatizadoras que tuvieron en este punto un hecho trascendental, como lo fueron las del Gas, Obras Sanitarias, los teléfonos, el petróleo y Segba, entre otras. Más tarde permitió que los cables pequeños fueran absorbidos por los grandes pulpos de la comunicación, dejando un tendal de gente sin trabajo. El objetivo no era otro que el que terminó convalidando Kirchner como presidente con la firma de su último decreto: LA FUSIÓN DE CABLEVISIÓN con MULTICANAL como único proveedor de servicios de cable en Capital y Conurbano.
Cabe preguntarse cómo en ese momento, previo a la crisis con el campo, el gobierno no consideraba que era necesario darle voz a los que no la tienen, como reza la publicidad oficial por Canal 7. La ley se merecía un amplio debate, mucho más profundo que el apurado contrapunto en la Cámara Baja, donde la oposición ni siquiera sentó su posición en el recinto. Es una oportunidad histórica cuya letra aún se está a tiempo de enriquecer en el Senado. Fundamentalmente en lo que hace a la Autoridad de aplicación.
Un colega tuvo la mejor descripción de esta puja del Gobierno contra los Medios, “es la pelea de Frankestein contra Drácula”. Está claro que el “Gran Diario Argentino”, jaqueado porque sus negocios pueden disminuir de manera considerable, no es el medio a leer para enterarse qué es lo que está pasando. La confusión entre Libertad de Prensa y Libertad de Empresa es un clásico que se ha reeditado con toda la fuerza en este episodio. Están aquellos para quienes esas libertades y los derechos que generan tienen nombre y apellido, los de las empresas de lucro que los explotan comercialmente.
UN POCO DE HISTORIA EN UN CASO EMBLEMÁTICO
Producto del monopolio Clarín, a cargo del canal regional de zona Norte desde 1996, quien escribe estas líneas no puede hace años tener su programa de televisión sencillamente porque la existencia de esa única posibilidad de expresión para hacer programas de TV informativos o políticos pasa por esa alternativa. Sobretodo desde que sin aviso, de un día para otro, dejaron afuera en el 2007 a NVT, el canal de Beccar.
Desde que regresé del exterior en el año 2004 que no pude volver a producir mi programa de televisión, “Cuentas Claras” -un clásico de otras épocas nacido en 1989- con muy buena audiencia, desde donde se logró generar, por algunos momentos, un espacio plural y de libre pensamiento que muchas veces trajo dolores de cabeza al poder de turno.
La señora Jalil, una improvisada en el manejo de un canal, cuya única virtud fue haberlo heredado de su marido, nunca nos permitió el reingreso. Adujo en una oportunidad “que no quería problemas” con los políticos y que “no tenía lugar”. Nunca más atendió el teléfono en años…
En realidad lo que ella hizo durante años fue acordar pautas suculentas con los jefes comunales y nunca dio espacio a un programa que fuera crítico y plural, que alguna vez pudiera haber hecho un señalamiento al poder de los Intendentes.
Cuando gente vinculada al ivoskismo se asoció a ella en temas de programación y marketing, se nos dijo que ellos no tenían nada que ver, que ella seguía siendo una persona decisiva e influyente. Sin embargo, ingresaron numerosos nuevos programas a la grilla, casualmente todos oficialistas.
Cuando Clarín, a través de Ricardo Pepino, decidió hace unos meses retomar el control del Canal 20 y relanzó la programación, encontramos una respuesta similar al caballito de batalla de Jalil. “Acá no hay lugar para programas políticos”, fue el enunciado repetido. La verdad es que los programas de este tenor y las pautas quedan una vez más bajo su única y exclusiva influencia.
Sin embargo, con sólo tomarse el trabajo de analizar qué programas fueron confirmados, se concluye que algunos de los Intendentes definen, como en el Clarín Zonal, contenidos y programas que van y otros que no van. Incluso hay tapas de las ediciones gráficas zonales que son diagramadas en las oficinas de Prensa de algunos municipios.
Hay una constante que se repite, y es que “o se es furiosamente oficialista o marche preso”, o mejor dicho: “O sos oficialista o TE QUEDAS AFUERA”.
Hay más, este programa del que hice mención también fue levantado, como otros, a mediados de la década del 90 como prenda de negociación para que Landolfi, Libonati y sus secuaces les sacaran la ordenanza que les permitía unir las troncales de los viejos canales locales por la vía aérea, cuando en realidad debiera haberse hecho por vía terrestre. Algo en lo que coincidieron todos los concejos deliberantes del país, que miraron para otro lado para evitarle al oligopolio gastos considerablemente mayores.
LA AMENAZA A LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Pero volviendo a la actualidad y al kirchnerismo, nadie puede pensar realmente que este Gobierno esté interesado en la libertad de expresión, después de haber atacado sistemáticamente al periodismo durante todos estos años.
La Autoridad de Aplicación que regulará los Servicios de Comunicación Audiovisual, según la propuesta del gobierno, es un órgano colegiado del Estado. Es parcial y puede servir para la manipulación y control de los medios. El organismo debe ser integrado por representantes de la sociedad, eso generaría credibilidad y evitaría la presión de los lobby y la manipulación. Es fundamental que sea un ente autárquico y pluralista en su integración, con mandatos renovable. No es eso lo que se sancionó en Diputados y difícilmente pueda ser revisado en ese sentido en la Cámara Alta.
“La ley tiene muchos aspectos positivos, pero es necesario el debate y mejorarla con propuestas superadoras, que realmente puedan concretar la libertad de prensa, como fundamento de los derechos humanos, la libertad de informar y ser informado, por sobre los intereses imperante de los monopolios y oligopolio”, (Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz, 1980).
Por Eduardo Román