“Educación para el amor” se llama el Manual de Educación Sexual promovido por la iglesia; en él se propician las relaciones sexuales dentro del matrimonio y los métodos naturales de anticoncepción. Se habla del SIDA, pero no se dice cómo prevenirlo.
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Por Mara Fernández Brozzi
A un mes del comienzo del ciclo lectivo, la iglesia lanza esta especie de guía dirigida a docentes y padres para hablar de sexo con los alumnos.Recordemos que el año pasado, sumidos en una polémica que enfrentó veredas y morales, la Legislatura aprobó, por unanimidad, la Ley de Educación Sexual de la Ciudad.
Se aplicará en todos los colegios públicos y privados de la Capital Federal, desde el preescolar; será el Estado quien fije los contenidos obligatorios a lo que los colegios podrán sumarle valores propios.Se establece la “Enseñanza Sexual integral en todos los niveles obligatorios y en todas las modalidades del sistema educativo público de gestión estatal y de gestión privada, y en todas las carreras de formación docente, dependientes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
La aprobación de esta ley despertó el desacuerdo en el círculo eclesiástico, y en las morales más rígidas de la sociedad argentina, así y todo, pese a las resistencias, fue aprobada y a partir de este año 2007 tendrá aplicación en todas las escuelas de la Capital.
A tan poco tiempo del inicio de las clases, y ante la inminente enseñanza sexual en las escuelas, la iglesia contraataca con el lanzamiento de su manual “Educación para el Amor”.Esta guía elaborada por la curia, si bien no despierta el asombro sobre su contenido, porque ya sabemos el lineamiento que los conduce desde siempre, no puede dejar de producir un cierto resquemor por los temas centrales que pasa por alto y por la manera en que se posiciona frente a realidades que se encapricha en ignorar, y peor que eso, sentenciar negativamente.
La Conferencia Episcopal, que nuclea a los cien obispos del país, fue quien difundió este libro, manual, guía de consejos, difícil encontrarle un nombre. Desde la presentación del mismo se habla de “orientaciones básicas abiertas a convenientes aportes”. Explican, citando a Juan Pablo II, que “se debe exigir una educación de la castidad y la virginidad, como virtudes que desarrollan la auténtica madurez”, donde también se reafirma la identidad sexual “hombre/mujer”.
Desde “Educación para el amor”, se establecen diferencias entre: “impulso sexual”, “instinto sexual”, se pide se hable de “pornografía y consumo”, se remarca que “la gestación de un hijo requiere del aporte del papá y la mamá, y se apunta, como si todo esto fuese poco, sobre la “confusión entre placer y felicidad”.
Según este ABC sexual de la iglesia, los 15 años es la edad adecuada para que los chicos estudien el “noviazgo digno y feliz”, el “significado y el valor de la virginidad”, la “homosexualidad, el SIDA y los peligros de los métodos anticonceptivos y el aborto”. Ya a los 17 parece que, según los mandamientos expresados en este manual, es momento de preservar a los niños de “excesos que los encierran en sí mismos como la masturbación y el juego sexual”; en contraposición mencionan el arte y el deporte como actividades que “encauzan muy positivamente a los adolescentes y los ayudan a armonizarse interiormente”.
Moraleja: la descarga sexual, que el propio cuerpo exige y necesita, en todos los seres humanos sin excepción alguna, es conveniente, según este librito, volcarla en la música, la pintura, el fútbol, el quemado, o lo que sea que mantenga las “manitas” ocupadas en otras cosas. “Siglo XXI, problemático y febril: todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor…”.
Cada maestro con su librito se dice comúnmente, sepamos elegir con cuál de ellos queremos que se instruyan nuestros hijos. La realidad es una sola, podemos negarla y abstraernos con manuales, o ser concientes que más tarde o más temprano tendrán que toparse con ella, y siempre es mejor saber a no saber cuando ese momento llegue.