La instrucción llevada a cabo en la Escuela de Cadetes de la Policía hizo que veintidós jóvenes fuesen hospitalizados, luego de haber sufrido las consecuencias de una “instrucción” sanguinaria. Métodos intactos, y la polémica que siempre llega tarde.
Por Mara Fernández Brozzi
El hecho se dio a conocer una semana después de haber ocurrido, y no se hizo público porque fuentes policiales de la Federal salieran a hablar de lo sucedido, sino porque dos madres de los chicos que fueron víctimas de ese tipo de entrenamiento policial, se acercaron a la prensa para contar esta barbarie.
Fueron veintidós los jóvenes hospitalizados, luego que los Subinspectores Francisco Javier Renauld y Luciano Darío Rugmia los obligasen a trabajos físicos extremos; once de ellos permanecen internados en el Hospital Churruca.
El caluroso mediodía del viernes pasado, con 33º a la sombra, sorprendió, o no, eso es algo que se está investigando, a 280 jóvenes que cursan el segundo año en la Escuela de Policía, con un entrenamiento atroz que los llevó a sufrir graves cuadros de deshidratación y agotamiento físico.
El “baile”, el “manijeo”, volvió, o nunca se fue, sólo que ahora se supo que este modo de entrenamiento, que data del siglo XIX, sigue vigente en nuestros días, y son muchos los chicos, que aspiran a ser policías o militares, los que padecen este tipo de “instrucción”.
Como en muchos terrenos, y en la mayoría de los casos paradigmáticos, la polémica surge cuando las cosas ya ocurrieron, el punto es que no es nuevo para nadie que este tipo de accionar ocurre desde siempre en las escuelas policiales y militares. Pero lo cierto también es que sólo cuando los límites exceden los ámbitos internos de una determinada institución es cuando se replantean las formas y los fondos.
Esta vejación sufrida por los chicos no se cobró víctimas mortales, pero por obra y gracia de la suerte, no por otra cosa. Ahora deberíamos preguntarnos si ¿sólo por este hecho no es necesario darle curso a la justicia de inmediato y dejarlo en asuntos internos? ¿sólo porque no hubo un muerto se tuvo que esperar casi una semana para tomar esa medida? ¿y las lesiones dejadas no cuentan como prueba de la bestialidad, para ser tenidas en cuenta al instante mismo en que sucedieron? El vocero de la Jefatura consideró que lo ocurrido “tiene que ser investigado, por ahora en el ámbito administrativo, con intervención de Asuntos Internos, pero si llegado el caso hay que hacer una presentación ante la Justicia, que no quepa dudas que la propia Policía Federal lo va a hacer”. Y lo hizo, pero se tomaron casi una semana para considerarlo, así fue que hoy se presentaron como querellantes ante la justicia, fue tanta la presión recibida que finalmente lo hicieron.
¿Qué es lo que hacía falta para que el caso llegue antes?, qué se quiso decir con “llegado el caso”… Lamentablemente podemos imaginar el seguimiento de esta historia, que de llegar a la justicia, será por los familiares de estos veintidós jóvenes hospitalizados por la nefasta “instrucción” recibida, será por la pelea de esas madres, y de ahí se colgarán los que sólo hablan de justicia, pero que no practican. Si hay que esperar, lo que puede leerse en esa espera es que tienen que evaluar, ¿qué hace falta que se evalúe?, ¿si se trató sólo de un exceso?
El Ministro del Interior, Aníbal Fernández, calificó de “idiotas y salames” a los dos oficiales que propiciaron el entrenamiento. No creo que les quepa esa calificación, porque es en parte quitarles carga de responsabilidad, no fueron locos que no sabían lo que hacían, fueron dos personas en su sano juicio que cometieron un acto deplorable, y que probablemente sea habitual en ellos esa forma de “enseñar”. No son “salames” que se equivocaron, no son “idiotas” que actúan sin el predominio de la razón; tienen esa razón propia y la mantienen, hace mucho tiempo ya. Tratarlos con estos calificativos los excusa, desde una mirada más filosófica si se quiere, minimiza el acto, y los limpia de alguna manera: “son idiotas que no sabían”, ¡no!, son dos oficiales de la Escuela de Cadetes de la Policía Federal que estaban autorizados por sus superiores para hacer lo que hicieron, son responsables concientes de la hospitalización de veintidós jóvenes.