Por Gian Campora.
El 21 de Noviembre de 1946, el Partido Justicialista tuvo la tranquilidad, en su concepción, de que lo presidiría su verdadero conductor, Juan Domingo Perón.
Esa tranquilidad permaneció hasta el 1 de Julio de 1974, cuando el fallecimiento del General Perón dejó al partido en manos de María Estela Martínez de Perón, ‘Isabelita’. El afiliado justicialista, luego de un largo duelo, tuvo la duda de si estaba siendo presidido por su conducción.
Esa duda, previo al golpe de Estado de 1976, se transformó en una fuerte interna. Si bien con la presencia del partido militar en el poder, esa interna se disputaba bajo la mesa, permaneció con intensidad hasta el 21 de septiembre de 1985, cuando finalmente Isabel Perón dejó la presidencia del Partido.
En realidad los afiliados la habían elegido para seguir en el cargo, pero Isabel, dotada de polémica y debilidad política, se muda definitivamente a España.
La interna del PJ en ese entonces era ortodoxia vs renovación. La ortodoxia seguía siendo mayoría aún con la huida de Isabel, por lo que entre 1985 y 1988 el Partido Justicialista tuvo en su presidencia a Vicente Saadi, entonces ex Gobernador de Catamarca, recordado ahora quizás por su negativa al tratado de paz con Chile en el Conflicto por el Canal de Beagle y por su frase «¡Basta de cháchara!».
Saadi era técnicamente interino (iba como Vicepresidente de Isabelita en el ’85), por lo que el Partido Justicialista tuvo una débil presidencia, aún con un cuadro fuerte y capacitado como él.
Saadi, para quienes no recuerden o no lo hayan vivido/leído, en sus años al frente del PJ vivió el drama por el hurto de las manos de Perón. A su vez, el pueblo de Catamarca lo eligió para volver a ser gobernador en 1987 y transito sus últimos meses al frente del PJ, también gobernando su provincia. Por estas cuestiones se lo caracteriza en esta nota como ‘cuadro fuerte’.
ESE MOMENTO ES COMPARABLE CON EL AHORA.
La historia comparada es como la manzana prohibida, que tiene tanto de prohibida como de irresistible y accesible. Con el respectivo cargo de conciencia que conlleva, será tomada en este caso esa manzana prohibida.
Isabel Perón, quizás de las figuras más discutidas y polémicas de nuestra historia, supo -con la ayuda de la fuerza de los dirigentes renovadores- que irse ante las acusaciones de la sociedad, iba de la mano con dejar la presidencia del Partido.
En 2023, Alberto Fernández dejó la presidencia de la nación en un contexto inmensamente distinto, pero con una sociedad que lo apunta con el dedo índice y un peronismo que no lo reconoce como conductor.
De la mano con eso, debería ir que Alberto Fernández renuncie a la presidencia del Partido Justicialista y esta quede en manos de su vicepresidenta primera, Cristina Álvarez Rodríguez.
Es probable que, por cuestiones de liderazgos políticos, Álvarez Rodríguez en caso de que Fernández renuncie, se haga un lado para que tome el poder del PJ su vicepresidente 2do, Axel Kicillof.
Sea quien sea, el Partido Justicialista debe forzar la renuncia de Alberto Fernández, ya que no es un conductor oportuno.
POST-SAADI, LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL.
Antonio Cafiero se hizo cargo del Partido Justicialista luego de que la ortodoxia perdiera la pulseada con la renovación, Saadi dejara la presidencia -y poco después falleciera- en 1988. El liderazgo de Cafiero estuvo lleno de internas, a tal punto que para las presidenciales del ’89 su formula pierde contra la de Carlos Saul Menem la nominación peronista. Sin embargo, no se reniega de su liderazgo, poder y humildad.
Lo sucedió en 1990, lógicamente, el Presidente de la Nación, Carlos Saul Menem. Menem lideró el peronismo hasta el año 2003 (con un interinato de unos meses de su vice). No hay dudas de que en sus años de presidencia las internas siguieron, principalmente la encabezada por Eduardo Duhalde, pero Menem lideró realmente el Partido hasta 1999. Luego, aunque no haya presidido el PJ Nacional, el liderazgo del Justicialismo estuvo sin dudas en manos de Duhalde, incluso luego del 2003.
El kirchnerismo ocupó con razón la presidencia del partido con Néstor Kirchner y Daniel Scioli post 2008. En 2016 se hizo cargo del Partido José Luis Gioja, quien aún no siendo un líder fuerte del justicialismo nacional, le hizo honor a la presidencia del Partido en años opositores.
En 2021 se dio la lógica que sólo Cristina Fernández de Kirchner no cumplió, y el Presidente de la Nación peronista ocupó la presidencia del Partido, Alberto Fernández. La historia posterior ya la sabemos, la contamos y la estamos viviendo.
¿Y DESPUÉS, QUÉ PASA?
Como post-Saadi, el PJ vivió presidencias de líderes que formaron parte de la renovación y condujeron hábilmente el Partido (salvo excepciones), post-Fernández el caso será similar.
El Partido Justicialista tiene tanto en su Congreso Nacional, presidido por Gildo Insfran, como en sus estructuras provinciales, con presidentes como Juan Manzur, Coqui Capitanich, Mariano Recalde o Ricardo Quintela, figuras que impondrán un verdadero líder.
¿Ese líder será Axel Kicillof? ¿Será alguno de esos presidentes provinciales? ¿Puede ser Gildo Insfran? La certeza es que, al que le quepa la bota, se la pondrá cuando Alberto Fernández sea forzado a renunciar a una presidencia que no puede aguantar hasta 2025.
NOTA AL PIE: ¿POR QUÉ SE DIFERENCIAN LOS LÍDERES SI TODOS TUVIERON INTERNAS?
Incluso con Juan Domingo Perón vivo, en su tercer mandato, el movimiento justicialista gozaba de internas. Esas internas nunca cesaron ni con los liderazgos más fuertes: Cafiero, Menem, Duhalde, Kirchner (ambos).
La diferencia está no en la cantidad o la fortaleza de las internas, sino en como las lleva la conducción.
NOTA AL PIE: ¿Y CFK?
La conducción del Partido Justicialista actualmente podría ser tomada por los referentes nombrados anteriormente, siempre y cuando sepan (y todos ellos lo saben) que la referencia máxima del peronismo en la actualidad es Cristina Fernández de Kirchner.
El afiliado, salvo un pequeño grupo más nutrido en el PJ de Córdoba, no discute esa conducción, por lo que otra cualidad que debe tener el líder que llegue a rescatar al Partido Justicialista de su actual secuestro, es conocer sus límites -que terminan donde inicia la lapicera de Cristina-.