El presidente de Brasil participó de la cumbre de la ONU en Estados Unidos. El mandatario dice que lo peor de la crisis ya pasó. Sin embargo, insta a los “países desarrollados” a aceptar las nuevas propuestas para controlar a los mercados financieros.
El optimismo es el leitmotif que rodea a la próxima cumbre del G-20 en Pittsburgh. Con todo, persisten algunas preocupaciones.
Un año atrás, mientras se desataba en el mundo una grave recesión, muchos estaban convencidos de que nos encaminábamos hacia una repetición del crash de 1929. Gracias a las medidas adoptadas en la cumbre del G-20 de Londres en abril pasado, se pudo contener la peor amenaza en décadas a la economía global.
Luego de una reducción de un 9%, el comercio mundial repuntó, gracias a la inyección de 250 mil millones de dólares en créditos flexibles, incondicionales. Cerca de 50 millones de puestos de trabajo se habrán perdido al término de este año, pero hay señales de que lo peor ya pasó. Otros 750 mil millones de dólares fueron destinados a estimular la demanda y estabilizar las cuentas actuales de muchos países -en vías de desarrollo, en especial- afectados por el drástico recorte en créditos y comercio exterior.
Pero llegó la hora para una demostración de voluntad política y para la puesta en práctica de ajustes estructurales fundamentales.
Esto explica nuestra consternación por la renuencia de los países desarrollados para abrazar propuestas de reforma para las instituciones de Bretton Woods. Hay una resistencia feroz a mejorar los mecanismos de control de los mercados financieros. Los bancos están volviendo a aplicar las mismas prácticas que precipitaron el caos reciente. Los banqueros siguen recibiendo sueldos excesivos, mientras millones de hombres y mujeres pierden sus trabajos.
Queremos tener el tipo de gobierno que convierta a nuestra interdependencia en un incentivo para la solidaridad en lugar de en un pretexto para los fuertes para estar siempre un paso adelante.
El G-20 es una oportunidad extraordinaria que tenemos para demostrar que éste no es un sueño color de rosa. Podemos avanzar juntos porque el mundo cambió. Éste es el mensaje de esperanza y compromiso que Brasil lleva a Pittsburgh".
Por Luiz Inácio Lula da Silva