A 25 años del conflicto bélico nos entrevistamos con veteranos de la guerra de Malvinas para escuchar sus historias. Tantas veces olvidados y relegados por la sociedad y la prensa, nos dimos la oportunidad de conocerlos.
Por César Morielli
“Tras su manto de neblinas, no las hemos de olvidar”. Este año se cumplen 25 años del comienzo de la Guerra de Malvinas. En la Asociación de Veteranos de Guerra y Héroes de Malvinas, en Avenida Perón 3482, en pleno San Martín, cuentan 642 caídos en el conflicto de los cuales 9 eran vecinos del distrito. La historia la narran dos sobrevivientes: el presidente de la Asociación, ex soldado dragoneante y profesor de educación física, Antonio Emilio Falcón; y Juan Marcos Acosta, veterano de la Fuerza Aérea. Tienen mejor suerte que otros dos ex combatientes que viven en asentamientos, acosados por los recuerdos y los estragos nefastos de la droga, abandonados a la buena de Dios, igual o peor que en el campo de batalla.
Antonio Falcón asistió al Colegio José Hernández de Villa Ballester. Iba a continuar con su carrera militar cuando decidió ofrecerse como voluntario a los 21 años. Hizo la campaña antártica y estaba de licencia cuando el 4 de abril lo reincorporaron. “Era el momento que requería mi Patria. Sentía la responsabilidad, como todo ciudadano, de ir a combatir. Yo estaba seguro porque lo que se recuperó en ese entonces era muy importante. Se recuperó un bastión patrio que estaba olvidado”. Él y otros tantos salieron de Campo de Mayo el 7 de abril y el 23 se quedó definitivamente en las islas. Cuando llegó “tenía ganas de escupir, pero no lo hice porque sentí que era mi tierra, y me agaché y besé el asfalto del aeropuerto”.
SOBRE HEROES Y TUMBAS
“Lo primero que nos preguntan los chicos es si matamos a algún inglés” dice Acosta, que adquirió diabetes por stress de guerra y recuerda al “compañero Versellino” que murió por esa causa hace muy poco. “¿Por qué no hacen un relevamiento de los combatientes para saber que posibilidades tienen de adquirir una enfermedad traumática por la guerra?” piensa en vos alta el ex combatiente luego de recomendarle a la ciudadanía que no se olvide de Malvinas, porque sería negar todos los acontecimientos “que sucedieron. Si se olvida Malvinas, se olvida toda la gente que murió y que tuvo grados de responsabilidad”.
En la casa de la Avenida Perón se repite seguido la palabra “Héroe”. Falcón afirma qué en Argentina “hay una dolencia de saber lo que fue Malvinas. Lo que sea verde es mala palabra. Fuimos los pobrecitos, los que se murieron de hambre, y esa no es la realidad. Los británicos no combatieron con payasos. Acá hay héroes”.
Su compañero Acosta coincide con este enfoque y enaltece lo hecho durante el conflicto: “Uno de los generales de ellos dijo que fue el desembarco que más les costó entrar sobre tierra, por la valentía y la bravía de los soldados argentinos”. Falcón, que volvió evacuado el 13 de junio en el último vuelo de Fuerza Aérea, no está muy contento con la visión que se le dio al conflicto durante todos estos años, lo que él llama un “proceso de desmalvinización”: “Al tema de Malvinas lo mezclan con el Proceso. Pero son cosas distintas, nosotros no fuimos por Galtieri ni Lami Dozo ni Anaya; nosotros fuimos por la Patria” explica no sin antes plantar la bandera de la queja porque “recién ahora los familiares pueden ir a las Islas a visitar los restos de los caídos, y por una invitación de los británicos”.
Como forma para expresar sus descontentos, Falcón eligió la pluma y escribió “Ángeles sobre la turba”, un manifiesto que explica el conflicto y realiza un “resarcimiento moral” de los caídos, “que es lo que nosotros necesitamos. Porque nos aumentaron la pensión se creen que nos van a solucionar los problemas. Son todas dádivas. Hay temas de salud, stress post traumáticos, los 368 suicidados. La mitad de los que murieron allá, se suicidaron acá”.
Desde la Avenida Perón también llueven las críticas hacia el actual gobierno porque los británicos “quisieron venir a realizar un acto en conjunto, y venían algunos de ellos heridos en combate. Pero parece que acá les cae mal ver a un militar británico herido en combate por balas argentinas”. Por otro lado, también apuntan a “la nueva Ley de Educación de Filmus, que ocupa sobre el tema Malvinas 3 centímetros por 5. Casi dice que fueron tomadas por un Presidente borracho, que no tiene nada que ver la condición del General Galtieri si era borracho o no. Pero acá tenés héroes...” Y de repente en la charla aparece Lorenzo Pepe, de quien dicen que fue el único político que se dedicó al tema Malvinas.
Sobre la guerra en sí, ambos coinciden que “nunca podíamos haberle ganado a Inglaterra. Fue un error táctico y del Continente. De Mar del Plata para abajo estaban concientizados que había una guerra, pero en la Ciudad no, y si no se concientiza al país que estás en guerra... vas a perder”. También afirman que iban a atacar el Continente con un grupo comando, que tenían pensado atacar Ezeiza y Córdoba entre otros objetivos. , Acosta reniega porque el “TIAR (Tratado de Asistencia Recíproca) no fue respetado, y era la primer oportunidad de hacerlo valer”. Los países vecinos se borraron y algunos apoyaron a los ingleses.
LA MISERIA DE LA GUERRA
“Mi última semana, en junio, estuve trasladando heridos y muertos. Eso es de lo peor, me quedó grabado: trasladar las bolsas con los cadáveres” recuerda Falcón, y agrega que “salíamos de la adolescencia justo. Algunos se fueron olvidados a sus provincias, nadie les daba bola, no conseguían trabajo. Se recluyeron en las casas, vinieron los suicidios”.La vuelta fue lo más difícil, sin dudas. La Guerra no duro sólo un par de meses: “El veterano de guerra es autodestructivo. Se recluye en el alcohol o las drogas, pero no involucra a nadie. Es más doloroso enterarse de los suicidios que de las muertes en combate. Te da mucha bronca”. Falcón esquiva los bajones anímicos con la ayuda de una promesa que se hizo al volver: revindicar la causa y darla a conocer. “Eso es lo que me mueve. Yo elegí darme de baja el 5 de julio del 82, para mi el corolario fue la guerra”.
“La guerra es la miseria del ser humano. Comes y vivís situaciones que nunca imaginas, con la adrenalina a mil. El ser humano se remonta al matar o morir en una guerra” agrega Falcón y sufre cada fin de año con los fuegos artificiales, que lo “vuelven loco. Eso lo escuchábamos todo el día, es un machaqueo constante”. Entre tanto Acosta deja una reflexión final: “Aprendes a conocer al miedo. El miedo te hace valiente, te hace fuerte. O lo enfrentas o te vas. Pero no te podes ir”.
SANTANA CANTA EL TANGO
Fabio Santana es un tipo de barrio común o corriente, con esposa e hija de 20 años. Uno más de los que tenía él cuando fue reclutado para ir a Malvinas. Donde dice que la pasó bien, con ovejas carneadas para el asado y todo, hasta que comenzaron los bombardeos el 1ro. de mayo. Entre tanto, Santana pensaba que era todo un “chupetín” y entretenía a compañeros y superiores con su canto en plena trinchera.Santana trabaja en Villa Lynch y afirma orgulloso “que la guerra no le dejó ninguna secuela. Es cierto que fue un antes y un después en mi vida. Para mí fue un quiebre bueno. Me hice inmune a muchas cosas que a los demás afectan”. Tampoco tiene ganas de participar en los actos políticos de sus compañeros, “salvo que lo convoquen para cantar”, pero de todas formas reconoce que se necesita una organización y que gracias a ella se pudo conseguir un aumento en la pensión que reciben, “son $1.100 por Provincia y $1.400 por Nación”.
Este cantor de Villa Madero dice que no siguió en contacto con sus ex compañeros, que nunca supo de ellos, que sólo se enteró de uno “al que mató la policía porque salió a robar. Pero yo nunca caí, nunca me afectó en nada. Siempre tuve la filosofía de ver el vaso medio lleno. Siempre pensé que fueron cosas muy fuertes, y si salí de eso... ya no me preocupan otras cosas”.
Santana estaba cubriendo una Bahía en Malvinas, al lado de Monte Kent y Monte Longdon. Colocaba los campos minados. Antes de llegar, él y sus compañeros habían sido motivados por el superior a cargo: “nos decían que nos imaginemos que entraban a robar a nuestras casas, y mataban y violaban a nuestra madre y a nuestra familia, esa cosa muy morbosa. Pero surtía efecto. Llegué a Malvinas tipo Rambo y había manejado el fúsil una sola vez en la vida. Apenas pisé Puerto Argentino lo primero que pensé fue que no me iba a volver muerto. Así de mentalizado estaba”.
“Una de las peores cosas era el pozo de zorro, todo mojado y muerto de frío. Tenías que hacerlo vos mismo y meterte ahí. Parecía que estabas cavando tu propia tumba, pero era lo más seguro en campo de batalla”. Es uno de los peores recuerdos de Santana, junto con el tétrico armamento (FAL de la Segunda Guerra) y el clima frío y húmedo, “para colmo no estábamos preparados ni psíquica, ni física ni militarmente. Tenías las medias mojadas todo el tiempo, y con frío. Tuve Pie de Trinchera y estuvieron a punto de amputármelo”. La comida también era insuficiente. Pensar en la llegada de alimentos de campaña en plena montaña era una utopía, a pesar de que el estómago siempre estaba cerrado a causa de los nervios.
“Cuando nos tomaron prisioneros nos obligaban a quedarnos a realizar mapas de los terrenos minados, y yo he visto a un sub teniente que se sacó la jineta para que lo evacuen como soldado” recuerda y marca un antagonismo: “Nos trataron mejor que nuestro propio ejercito”.Santana ya se dedicaba al canto antes de la Guerra, y con este tema marca una paradoja simpática: “Me costó un poco arrancar cuando volví porque tenía miedo escénico. Estuve en Malvinas pero tenía miedo escénico”. Aunque en realidad luego aclara que era por “respeto al tango” y que nunca utilizó su rol de ex combatiente para sus presentaciones, porque quería que lo aplaudieran por su voz y no por otra cosa.
Lo descubrieron cantando en el cumpleaños de un amigo, donde estaban un par de cantores conocidos que enseguida lo quisieron reclutar. Hoy por hoy, Santana se presenta de lunes a lunes en un boliche llamado “Candilejas” en Estados Unidos y Luis Sáenz Peña desde las 22 horas. “Cantar es lo que me hace feliz, es mi cable a tierra” dice, y saluda silbando bajito, susurrándole a los fantasmas de la guerra que lo que no te mata, te fortalece.