
Nuestro sistema de gobierno permite que, cada dos o cuatro años, la ciudadanía pueda -mediante el voto- renovar o confirmar a las autoridades de los poderes legislativo y ejecutivo. Es decir, si el pueblo se organiza y expresa su voluntad mediante el voto, puede elegir libremente a las autoridades de estos dos poderes.
Por Jorge Benedetti, empresario PyMe, Primero La Patria
Desgraciadamente nuestro sistema democrático tiene limitaciones, dado que no está permitido a la ciudadanía renovar el poder judicial, los poderes mediáticos y el de los grupos concentrados de la economía.
Nuestros jóvenes, es decir la mayoría de la población, que tiene menos de 40 años (o algo más), no posee recuerdos de haber vivido los golpes de estado generados por los grupos de poder (“oligárquicos” al decir de los griegos), a pesar de que aún hoy paga las consecuencias del último golpe, el que a sangre y fuego, impuso un sistema liberal en lo económico y lastimó gravemente el tejido social argentino, desarticulando a las organizaciones de la comunidad.
Por el contrario, quienes tenemos más años y conservamos una buena memoria, no podemos olvidar cómo se gestó el último golpe de estado criminal contra el pueblo argentino. El golpe que destruyó la producción nacional, liquidó decena de miles de empresas Pymes y desestructuró el mundo del trabajo, entre otras acciones contrarias al interés común.
Un tiempo antes del mismo y a pocos meses de las elecciones nacionales que permitirían elegir, tanto al poder legislativo como al ejecutivo, se ejecutaron una serie de acciones coordinadas, no simplemente para derrocar un gobierno, sino para multiplicar exponencialmente la pobreza, dar inicio al brutal proceso de concentración de las riquezas y consecuentemente del poder y desestructurar a nuestra comunidad.
Estas acciones consistieron en generar desabastecimiento, realizar paros patronales por parte de los grandes grupos agropecuarios (lo que los medios denominan engañosamente “el campo”). Mientras los grandes grupos mediáticos (los mismos que ahora) machacaban sobre “la situación de desgobierno” e impresentables políticos sin votos, que trabajaban para los servicios de “inteligencia” nacionales y extranjeros, repetían la cantinela de la falta de un plan de gobierno (el que ellos querían imponer). Al mismo tiempo, caricaturescos personeros del militarismo golpista, llamaban a “salvar a la patria” y los grupos concentrados de poder económico, nacional y extranjero, preparaban sus planes para la dictadura encabezada por José Alfredo Martínez de Hoz, verdadero responsable de la criminal destrucción del trabajo y de las organizaciones sociales de nuestro país. Estos actos estaban acompañados por la brutal acción de núcleos de la ultraizquierda (trotskistas y afines) que – como siempre ha sucedido – accionaban al servicio de los grupos de lo que podríamos denominar “la ultra derecha” (de la cual cobran) a fin de justificar el golpe criminal.
Todo esto bajo el perverso accionar desestabilizador del sistema de la especulación que generaba permanentes “corridas financieras” para destruir a la producción, liquidar a decena de miles de Pymes, empobrecer a los trabajadores y provocar una brutal concentración de las riquezas hacia los ganadores de la devaluación, los que lógicamente nunca son los trabajadores asalariados, ni los trabajadores que generan trabajo, como son los empresarios pymes.
Podríamos decir que hoy vivimos la misma situación que los meses anteriores al golpe del 24 de marzo de 1976.
Hoy – si llegaran a triunfar – no les sería necesario secuestrar y asesinar a miles de jóvenes, en particular delegados de fábricas y líderes sociales, como fue en 1976, dado que, los efectos de aquel golpe han desestructurando gran parte de la sociedad. De todas maneras seguramente habría represión para quienes intenten resistir los nuevos planes de ajuste que pretenden aplicar contra el pueblo argentino.
La presidente derrocada en 1976 decía: “quieren voltear las chimeneas, hacer de la Argentina un lugar solo para campo y vacas” y muchos pensábamos que exageraba, sin embargo fue lo que sucedió.
A pesar de eso, el pueblo argentino, golpeado y fracturado, ha sabido resistir y comenzar procesos de recuperación del trabajo y la producción. Frente a ello, hoy presenciamos un nuevo golpe de mercado, que pretende imponer un gobierno ultra-liberal para terminar la tarea emprendida en 1976.
Todo es más descarado, a tal punto de un alto funcionario del gobierno de los EE.UU., afirma abiertamente que él se dedicó a organizar decenas de golpes, para hacer de América Latina no el continente más pobre, sino el más desigual.
Hoy nos proponen las mismas recetas -pero más rápidamente desarrolladas y ejecutadas en forma más brutal– que las que se han aplicado durante los gobierno abiertamente neoliberales.
Pero los pueblos siempre triunfan si son capaces de organizarse, si los viejos trasmiten estos recuerdos a los jóvenes, si le cuentan que la Argentina, producía locomotoras, autos totalmente nacionales, barcos, aviones, que tenía tecnológica nuclear de primer nivel, que nuestras fábricas estatales, mixtas o privadas, eran ejemplo de desarrollo científico tecnológico de punta y generaban pleno empleo, que la pobreza rondaba el 2% y que la riqueza se distribuía con justicia, todo esto mientras el país era respetado en el concierto de las naciones por su independencia de los grandes poderes.
Resulta necesario reunir a los trabajadores formales, a los de la economía social, a los empresarios Pymes, a los profesionales, emprendedores, intelectuales, artistas, a las mujeres argentinas, no en defensa de un gobierno, sino para reconquistar nuestros valores, nuestra cultura por la dignidad del trabajo y una justa distribución de las riquezas.
Cuando las riquezas de un país se distribuyen, se multiplican, cuando se concentran se achican. Lo mismo pasa con la capacidad de decisión, es necesario que los argentinos retomemos la conducción de nuestro destino, sostengamos nuestros valores, nuestra cultura y nuestra libertad, para ser la potencia capaz de reunir en una sola nación a todos habitantes del continente americano, para alcanzar la felicidad de nuestros pueblos y nuestra grandeza colectiva.