
Por Diego Guelar
En la Argentina contemporánea (1945-2020) hay solo tres “ismos” que tienen un solido anclaje en la realidad histórica pasada y presente: 1) el peronismo (por todos los motivos conocidos), 2) el antiperonismo (también, por los motivos conocidos) y 3) el radicalismo (por ser el único partido político que pudo atravesar exitosamente -ganando o perdiendo elecciones- los 130 últimos años de nuestra historia).
Con la llegada del siglo XXI -y coincidiendo con la crisis del 2001- nació el kirchnerismo, inspirado en la figura del ex presidente Néstor Kirchner, pero su prematura muerte en el 2008 abortó un movimiento que venia a sustituir -desde la otra punta del péndulo peronista- al menemismo, vigente durante toda la década de los 90.
En los últimos 12 años, con el acceso de Cristina Fernández a la presidencia de la república y de Mauricio Macri a la jefatura de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se instalan en la punta superior de la pirámide del poder dos pujantes “ismos”: el cristinismo y el macrismo. Hoy, pese a no ocupar la cúspide, siguen teniendo plena vigencia en el presente y, eventualmente, en el futuro próximo.
La pandemia del Covid-19 ha encumbrado a dos nuevos “ismos”: el albertismo y el horacismo, con índices de popularidad que oscilan entre el 70 y el 80%.
La «grieta” histórica argentina coloca a ambos líderes -Alberto Fernández y Horacio Rodríguez Larreta- en la disyuntiva crisis-oportunidad de encarar juntos el desafío de superar la pandemia (suerte de cupido que los unió) o caer en el intento.
Tienen frente a sí la “tormenta perfecta”: un virus feroz que aterroriza a jóvenes y viejos (aunque los clientes predilectos del bichito somos los mayores de 60 años) con más la quiebra económica mas absoluta que ha aniquilado la producción y el empleo mientras otro virus feroz -la inflación- nos devora cotidianamente causando mas estragos que el Covid-19.
Un dilema los tortura: ¿podrán tomar como modelo a San Martín y O’Higgins en la gesta libertadora al liberar del yugo español a Argentina, Chile y Perú?
Viene ganando la versión del “trabajo en equipo” y la sumatoria de esfuerzos.
La Historia es, normalmente, ingrata. San Martin y O’Higgins fueron expulsados por sus compatriotas y murieron en el exilio.
Dice el viejo teorema de Rodrigo: «Toda buena acción tiene su justo castigo…”.
El albertismo y el horacismo pueden -y esperemos que así ocurra- confluir en una conducta social convergente que nos permita enfrentar exitosamente los terribles desafíos a los que estamos expuestos.
De ocurrir, Argentina saldrá fortalecida y podremos construir un futuro mejor. ¿Quiénes serán los protagonistas-beneficiarios del acierto? Difícil de pronosticarlo…
Sí podemos estar seguros que una Argentina dividida no tiene chance alguna de encarar semejante tarea. Es imprescindible alcanzar una solida unidad nacional que deje atrás los estériles enfrentamientos del pasado.
El «ismo” que debemos evitar a cualquier costo es el egoísmo.
El autor fue embajador en Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil y China
Fuente: Infobae