
Por Jorge Aquino
La biología demostró que la vida del ser humano comienza con la fertilización: unión de un espermatozoide y un óvulo. Solo la célula resultante de dicha unión, que se llama célula huevo o cigoto es un individuo humano; no las gametas, que son células muy especializadas y, en caso de no haber fertilización, mueren a los pocos días en el seno materno. Se define como individuo a un organismo vivo perteneciente a una especie. El cigoto es una célula totipotente: es decir, que tiene la capacidad de desarrollarse como embrión y, por lo tanto, de generar todos los tejidos del cuerpo y la placenta. En el hombre son totipotentes: el cigoto y células de la mórula y de la masa celular interna del blastocisto, hasta aproximadamente los 14 días posfertilización.
Hay quienes dicen que el embrión y el feto (estadíos por los que pasa el niño por nacer durante su desarrollo) no son individuos, sino una parte u un órgano de la madre. Sin embargo, su información genómica es diferente a la de sus progenitores, y sus cromosomas son los de un individuo humano recién concebido, con telómeros largos.
La fertilización in vitro es una prueba más de que el embrión es un organismo vivo humano y no parte del cuerpo de la madre o un simple conjunto de células.
Charles Darwin afirmó, en su libro El origen de las especies, que los vertebrados comparten un proceso de desarrollo embrionario muy similar porque esas mismas fases se dieron en nuestro antepasado común. Por lo tanto, el desarrollo embrionario de los distintos vertebrados es asimilable, por lo que es correcto aplicar conclusiones de unas especies a otras. Así, en los reptiles, las aves y los mamíferos no placentarios (como la comadreja) la mayor parte, o incluso casi todo el desarrollo embrionario, tiene lugar fuera de su progenitor y con independencia fisiológica (por ejemplo, para respirar). A partir de esas observaciones podemos afirmar que los embriones de todos los vertebrados son todos ellos individuos diferentes de sus progenitores.
Basados en datos de la biología, podemos concluir que el embrión humano es una persona. Para el diccionario de la Real Academia Española, en su primera acepción y en su acepción jurídica, persona o persona física es el individuo de la especie humana. No hay duda de que el embrión lo es.
Por otra parte, la definición tradicional de persona es la de un individuo de naturaleza racional. El ser humano tiene una naturaleza racional porque piensa y actúa con libertad. Al pertenecer a la especie humana, por ese mismo hecho el embrión ya es persona, aunque esté desarrollando sus capacidades. No es una persona en potencia, aunque esté en potencia de nacer y de ser adolescente, adulto y anciano.
Hay quienes afirman que, como puede fragmentarse hasta el día 14 y originar gemelos monocigóticos, no sería un individuo, ya que pertenece a una acepción del concepto de persona el no poder dividirse. Sin embargo, hoy se sabe que varios otros mamíferos generan también gemelos monocigóticos. Hay, además, individuos adultos de algunas especies (como la lombriz acuática y la planaria) que pueden ser fragmentados y regenerarse originando dos individuos a partir de uno. Por lo tanto, el hecho de que el embrión de un mamífero pueda generar gemelos monocigóticos debe ser considerado como una excepción de una acepción imperfecta de la noción de individuo. De lo contrario, deberíamos negar la condición de persona a todo ser humano por tener la posibilidad de fragmentarse y originar varios individuos en algún momento de su desarrollo.
Si dudáramos acerca de qué seres humanos puedan ser personas por no estar aún capacitados para actuar de acuerdo con su conciencia y libremente, deberíamos poder matar a niños menores de 4 o 5 años, ya que carecen del discernimiento suficiente y, por lo tanto, no pueden actuar como un ser racional, o a personas incapaces racionalmente por defectos del desarrollo, con independencia de su edad.
Desde otro ángulo, es arbitrario poner como comienzo de la entidad como persona la actividad cerebral, ya que pueden registrarse también encefalogramas en embriones de muchos animales. En la corteza cerebral del hombre las primeras neuronas nacen en la cuarta semana del desarrollo y las primeras sinapsis se forman en la quinta semana. Pero las redes neuronales del cerebro humano terminan de conectarse en la adolescencia y de madurar hacia los 30 años de edad.
Finalmente, no hay fundamentos suficientes como para sostener que la calidad de persona se adquiere gradualmente, ya que el hombre no cambia de especie en ningún momento de su desarrollo. El cigoto es tan individuo de la especie humana (persona) como un niño o un adulto: la calidad de individuo no admite grados. Con la lógica de la gradualidad un bebé de 2 meses sería menos persona que un niño de 6 años, cuya conectividad funcional con la corteza prefrontal está mejor establecida.
Por lo anterior, podemos concluir que un embrión humano es un ser vivo de la especie humana y que es una persona. Desde el principio de nuestra existencia ya fuimos concebidos siendo personas y no otro tipo de ser, con la dignidad intrínseca que ello supone. El dilema al que se nos propone enfrentarnos es entre cuidar a la mujer o cuidar a la vida concebida en ella. Debemos cuidar ambas vidas.
Está en juego cómo nos definimos como sociedad. Si elegimos sacarnos el problema de encima porque eliminamos a una de esas vidas humanas (otro holocausto: gran matanza de seres humanos), o defender a ambas con políticas sociales adecuadas. Tenemos una oportunidad única de elegir soluciones que promuevan el respeto por todo ser humano, independientemente del grado de su desarrollo o condición de vida.
El autor es director del Laboratorio de Biología del Desarrollo y Medicina Regenerativa del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional Universidad Austral-Conicet.